Tanto los Estudios sociales de la ciencia como los Estudios de género y ciencia abordan la problemática de la ciencia y de la construcción de su conocimiento pero desde distintas miradas. Ambos surgieron en los años 60 motivados por los movimientos sociales y políticos de esta época, pero los estudios de género fueron más lejos que los sociales a la hora de analizar el papel que las mujeres y el género ha tenido en la ciencia ya que los estudios sociales de la ciencia no estudiaron, en absoluto, nada relacionado con ello.
A partir de La estructura de las revoluciones científicas de Kuhn en 1962 se empezó a cuestionar la figura de la ciencia como algo intrínsecamente objetivo y neutral, al constatarse la fuerza de los valores no epistémicos en la ciencia. Así, existe una relación entre quién hace y la actividad científica y, por lo tanto, si esta ha sido hecha por hombres blancos occidentales, este sesgo se manifestará en los resultados. Aparecen estudios sobre cómo se construye el conocimiento a partir de estudiar su relación con el poder o la sociedad (Foucault, Gil y Vilches). Serán los estudios feministas quienes saquen, por fin, a la mujer de su invisibilidad en el terreno científico.
En los años 80 se incluye la teoría feminista. Es entonces cuando surgen los estudios de género que se incluye cómo una categoría de análisis. Estos estudios analizan no el porqué de la falta de mujeres en las áreas científicas, sino también, todos los sesgos androcéntricos de la construcción del conocimiento. Dentro de sus distintas corrientes y autoras es de destacar la frase de Tatiana Butovitsch cuando afirma que “si se cumplen las expectativas de las mujeres, se superarán las de los hombres”.
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