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La historia que nos cuentan los instrumentos médicos


La creación del conocimiento científico no está exenta de la influencia de los acontecimientos históricos y sociales. Estos permean en la ciencia de la época en la que se construye. Las personas que hacen la ciencia están influidas por sus creencias, tanto religiosas como políticas, tanto como por su raza, su cultura, su educación, su clase social o su poder económico. El contexto en el que se crea la ciencia es relevante porque lleva a las personas que la hacen a tomar unas decisiones y no otras. La posibilidad de contar con más o menos fondos económicos o determinadas herramientas e instrumentos tecnológicos para el estudio influirá en el tipo de investigación científica que se emprenda. Así mismo, la existencia de determinados problemas sociales o, incluso, la necesidad política de responder a ciertas necesidades o de afianzar algunos convencimientos, puede llevar a la comunidad científica al estudio de los problemas que, en ese momento, se revelen como importantes para la sociedad o la nación. Vemos así cómo los avances científicos están influidos no solo por los valores epistémicos, sino que los valores no epistémicos son determinantes para la creación del conocimiento científico. En el caso de la construcción de los relatos historiográficos locales de territorios coloniales, incluso cuando estos han perdido el estatus de colonia y han separado ya su futuro político del de su metrópoli, este hecho político tiene mucho peso a la hora de la construcción de su propia historiografía.

Se puede hacer historia de la ciencia conociendo el uso que se les daban a los instrumentos científicos en las distintas épocas. De hecho, la recopilación de instrumentos de laboratorio para su exhibición museística es una forma de escribir la historia de la ciencia y de sus avances que nos aporta mucha información sobre las personas que los utilizaron y para qué sirvieron. En el caso de los instrumentales que llegaron a América tras la independencia hay que pensar en lo costoso y complicado del viaje por mar, que se unía al alto precio que solían tener estos artilugios. A pesar de que, por lógica y economía, hubiese resultado mucho mejor fabricarlos en América a imagen y semejanza de los traídos de Europa, en el caso que nos ocupa no fue así. Hay que pensar que este instrumental de laboratorio era solicitado, no por particulares, si no por instituciones gubernamentales regidas por los próceres de la nación y que muchos de ellos se dedicaban, además de a la política, a prósperos negocios de importación y comercio. Tomando como ejemplo uno de estos instrumentos científicos importados, el esfigmógrafo, Laura Cházaro construye el relato de cómo se utilizó para fines, no solo médicos, si no también de reafirmación nacional en el Méjico del siglo XIX.
Los esfigmógrafos fueron inventados a mediados del siglo XIX en Europa para uso médico. Se le considera el primer instrumento que medía la presión sanguínea de forma no intrusiva. Fue ideado en Alemania y mejorado por el fisiólogo francés Etiene-Jules Marey que redujo su tamaño hasta hacerlo portátil. La utilización de este tipo de instrumental en los laboratorios aportaba objetividad, ya que el aparato medía sin intervención humana la presión de la sangre y dibujaba una gráfica que luego era interpretada por los facultativos. En Europa se utilizaba, sobre todo, en los laboratorios para realizar mediciones controladas y de investigación, pero su utilización en Méjico fue diferente, ya que era de uso clínico, para realizar diagnósticos y tratar enfermedades.

Los primeros esfigmógrafos, junto con cardiógrafos y neumógrafos fueron adquiridos por las instituciones médicas mejicanas con fines educativos, para que sirvieran en la formación de los futuros médicos. En la expansión de su uso tuvo un papel principal el Instituto Médico Nacional que los importó en gran cantidad. Una vez que el instrumental llegaba a Méjico, allí se calibraban para que sus mediciones fueran precisas, objetivas y, de esta forma, universales. A pesar de que no se fundaron fábricas ni talleres que replicaran estos aparatos, si que se creo una extensa red de reparación de estos utensilios y, en unos pocos casos como el del médico Daniel Vergara Lope, se realizaron adaptaciones locales. Este médico fue clave en la historia de la medicina mejicana y su trabajo está íntimamente ligado al esfigmógrafo. En 1889, Vergara Lope fue contratado por el Instituto Médico Nacional como ayudante para realizar investigaciones sobre la respiración en las alturas. Unas décadas antes, el médico francés Denis Jourdant había estudiado el mal de las alturas y había determinado que existía una conexión entre la presión atmosférica de las altitudes, con su falta de oxígeno, y el incremento de glóbulos rojos. Los pobladores del valle de Méjico, que vivían a altitudes superiores a 2.500 metros, según el médico francés eran más débiles y propensos que los europeos a la anemia. Vergara Lope quiso probar que los mejicanos eran igual de resistentes y capacitados para cualquier tarea que los europeos y para ello usó el esfigmógrafo como instrumento validador de los datos que obtenía.

El médico mejicano deseaba refutar la teoría de la inferioridad de la raza mejicana con medios científicos, objetivos y universales, que probasen de forma irrefutable la igualdad de los pobladores mejicanos a los originarios de Europa. El hacerlo con los instrumentos traídos desde el viejo continente le aportaba el valor de la precisión del propio instrumento y daba a sus datos el valor de la modernidad científica porque usaba la aparatología más moderna, la misma con la que trabajaban en París. Con los datos que Vergara Lope obtuvo en las observaciones de individuos del valle de Méjico y de otras de zonas altas, concluyó que estas poblaciones habían desarrollado algunas modificaciones fisiológicas que les servían para estar más adaptados a las alturas y no sufrir por ello, lo que determinaba que era igual de capaces y válidos que cualquier otra persona, incluidos los europeos. Y el facultativo, además, había llegado a esta conclusión no de manera subjetiva sino a partir del uso de herramientas mecánicas, que registraban sus datos en gráficas, fuera de cualquier atisbo de parcialidad. Con estos datos objetivos y gracias a la ayuda del esfigmógrafo, Vergara respondía a una de las preocupaciones de la época de la joven nación que era legitimar la capacidad y normalidad racial mejicana y la posibilidad de desarrollo de un país civilizado y moderno.

El caso del uso del esfigmógrafo es un buen ejemplo de cómo un aparato sirve para reconstruir la historia de la medicina ya que aporta un hilo conductor y detalles de qué ocurría en una época concreta. Los instrumentos científicos no sirven solamente para poder desarrollar las investigaciones, sino que deben ser valorados como objetos que aportan información para la construcción historiográfica de una historia de la ciencia local.

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