La narración histórica que ha llegado a nuestros días de los pueblos prehispánicos lo ha hecho de manera indirecta a través de los cronistas colonizadores. Por eso es importante intentar escribir esa historia de los saberes científicos de los pueblos indígenas indagando en las fuentes que nos permitan conocer su cultura. Una de las historiografías que pueden construir estos relatos es la que utiliza los objetos y herramientas procedentes de una cultura de manera epistémica para trazar los hilos conductores de la historia. En el caso de Miruna Achim, su estudio de los jades prehispánicos nos lleva por un viaje en el que se va forjando el conocimiento, construyendo varios relatos paralelos dependiendo de quien los narre y con qué propósito. Al seguir el movimiento de los objetos, aparecen redes de construcción del conocimiento y se crean distintas historiografías que permiten una aproximación a los saberes, tanto tradicionales como coloniales, desde distintos lugares. Es importante comprender los variados significados que pueden tener los objetos para las distintas culturas y pueblos. En el caso de los jades, el significado ritual y medicinal y el gran valor que les otorgaban a los aztecas chocaba con la indiferencia con la que fueron recibidos por la expedición de Cortés, por ejemplo. Para los mesoamericanos, el jade era preferido a cualquier otro material porque simbolizaba poder y fertilidad y su valor estaba muy por encima del del oro. Los españoles, en cambio, admiraron su belleza, pero no le dieron valor económico. Por eso, tras la conquista, el jade cayó en desuso y dejó también de ser apreciado por los propios amerindios y durante décadas se perdió la memoria de las minas y las factorías donde se trabaja la piedra en Mesoamérica.
Máscara mortuoria de Pakal (Wikipedia)La historia de los jades y de su camino entre América y Europa puede, a su vez, contar otras historias de la ciencia, de la economía o, incluso, de la geopolítica. Por un lado, estarían los usos médicos de las piedras, que volvieron a reactivarse en Europa con los conocimientos transmitidos desde las colonias y les otorgaron nombres referentes a sus propiedades; por otro lado también, entre otros ejemplos, M. Achim relata la importancia que las bellísimas hachas olmecas tuvieron cuando se hallaron las primeras hachas neolíticas europeas y estas culturas fueron tomadas como referentes de la prehistoria. Pero no solamente las piedras verdes de jade aportan datos en estos sentidos. Existe también el relato del tránsito de estas piedras desde Asia en una posible colonización budista y la apropiación de su relato por los evangelizadores cristianos. Los relatos son distintos dependiendo del interés específico de la persona que hable de ellas.
Para poder articular las historias que brotan de estas piedras, Miruna Achim utiliza lo que ella llama sitios de mediación. Los sitios de mediación son lugares u objetos en los que aparecen narraciones de las dos culturas de manera simultaneas. Ella trata, sobre todo del Códice Florentino y otros libros similares, las piedras de ijada o las colecciones privadas de los gabinetes de curiosidades y traza una historia de cómo han pasado los saberes amerindios y europeos a través de ellas. El caso del Códice florentino es muy particular ya que es un conjunto de códices que reúne los saberes indígenas redactados por orden de los frailes para poder conocer mejor las plantas, animales, herramientas y costumbres de los pobladores originarios del continente y, de esa manera, acercarse a ellos más fácilmente para convertirlos al cristianismo. La particularidad de este códice es que es bilingüe náhuatl/castellano, pero no se trata de una traducción de un idioma al otro. El relato en cada idioma es ligeramente distinto para adecuarse culturalmente a los lectores de cada una de las lenguas. Así, en el caso del relato en náhuatl, se introducen elementos de los usos rituales y la cosmogonía y cultura indígenas que son obviados o distintos en los párrafos en castellano. Un ejemplo de ello es cuando hablan de cómo se pulían los jades. En la lengua indígena se narra el procedimiento tradicional de pulido con arena, pero se sabe que con la llegada de los españoles los pulidos de los minerales se realizaban ya de manera mecánica con metalurgia.
El trazar una historiografía a partir de estos sitios de mediación aporta nuevas luces a la historia de la ciencia y la tecnología de América latina porque son, casi con toda probabilidad, los relatos más cercanos a las voces de los pueblos prehispánicos y nos permite una profundidad de matices en el relato histórico que con otras fuentes no conseguiríamos. El único riesgo de usar estas fuentes historiográficas es, tal y cómo aprecia la profesora López Hernández, es el de que la multiplicidad de los relatos abre tantas posibles líneas de investigación que es imposible abarcarlas todas.
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