El artículo 27 de la declaración Universal de los Derechos Humanos dice: "Toda persona tiene derecho a tomar parte en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los benefícios que de él resulten" Este documento, redactado por representantes de todos los países en la ONU tras la Segunda Guerra Mundial, quería ser un ideal común para todos los pueblos estableciendo los derechos fundamentales de la humanidad que deben ser respetados y preservados por todos. El mundo había cambiado mucho en unas pocas décadas en muchos aspectos a raiz de las dos guerras. La investigación científica se había transformado en tan solo unas décadas con adelantos científicos y tecnológicos inimaginables 50 años antes. Además, algunos de estos avances realizados en medicina o telecomunicaciones estaban revolucionando las sociedades occidentales y la vida cotidiana de millones de personas. Nunca en la historia de la humanidad la innovación científica se había popularizado tanto y había llegado a tanta gente. La ciencia llevaba transformándose ya un siglo, pero ahora se estaba popularizando.
El acceso a la ciencia antes del siglo XX
Hasta el siglo XX la brecha entre el mundo científico y académico y el resto de la población era enorme. Durante siglos, los científicos eran en mayor medida personas que experimentaban en solitario y que cuando realizaban algún descubrimiento importante solían escribirlo. Para realizar este trabajo, en muchos casos solitario, malvivían con los escasos ingresos que podían lograr, o bien, los que tenían más suerte y contaban con un mecenas, orientaban sus estudios hacia los intereses de su patrón. Y todo esto lo hacían además con el miedo de poder ser acusados de blasfemos o herejes (pensemos en Galileo...).
Esta ciencia antigua era unidireccional. La brecha entre la ciudadanía y el científico era enorme. La comunicación se hacía siempre mediante la intermediación del sabio, el experto, a través de libros y papeles en ediciones muy reducidas a los que pocas personas podían acceder. Los beneficios de los avances científicos tardaban en llegar y beneficiar al pueblo llano y en popularizarse. Las capas más desfavorecidas de la sociedad estaban completamente al margen del avance del conocimiento que solo se compartía entre las élites. Esto empezó a cambiar a partir del siglo XVII con las sociedades científicas pero, aunque estas sirvieron para que se fomentara la discusión y compartir saberes por parte de los científicos, aun faltaba mucho para que la población común pudiera ser conocedora de los hallazgos y participar de sus beneficios. La Revolución Industrial será el punto de partida para que las innovaciones, sobre todo técnicas pero tmabién en otros campos del saber, lleguen a popularizarse y sirvan para modificar formas de trabajo y transformar economicamente algunas sociedades. Esa transformación económica e industrial trajo consigo una transformación social y un cambio en los usos y costumbres de esas sociedades, un interés creciente por la innovación y por el maquinismo por parte de la población. La ciencia y los avances se convirtieron en algo popular para la población con el éxito de las novelas de autores como Julio Verne, que fue una figura muy importante para despertar el interés por la experimentación y la innovación en muchas personas.
El acceso al ciencia en la sociedad del conocimiento
Hasta aquí hemos visto que el acceso al conocimiento científico estaba vetado para la gran mayoría de la población durante todo este tiempo. El número de investigadores era muy reducido, los hallazgos se comunicaban entre pares y se trabajaba muy alejado de los intereses de la gente común. En nuestros días, esto ha cambiado radicalmente: vivimos en la sociedad de la información, la sociedad del conocimiento y las oportunidades de acceso han crecido muchísimo. Pero eso no quiere decir que las personas tengan más conocimiento científico, solo que el acceso al mismo es más fácil.
Para los habitantes de un país occidental, el acceso a los saberes resulta infinitamente más sencillo ahora que hace 40 años. Es una sociedad globalizada, hiperconectada por las redes sociales y por internet, más abierta y accesible, pero esto también tiene sus peligros. De hecho, ya se alzan voces como la del filósofo coreano Byung-Chul Han sosteniendo que este esceso de información está transformando las democracias en infocracias. También Daniel Innerarity habla sobre la ciudadanía de la sociedad del conocimiento como una población más crítica y más exigente y que plantea socialmente problemas más complejos. Por eso mismo, en este tipo de sociedades el conocimiento ya no puede estar en manos de unas pocas personas ya que sería más dificil que unos pocos pudieran resolver problemas complejos de la envergadura de los que tenemos actualmente. El argumento de credibilidad ya no es algo que posea una minoría, ahora también se le otorga a otros actores como, por ejemplo, los medios de comunicación y la propia ciudadanía activa organizada.
Pero que en nuestras sociedades esta información esté más accesible no quiere decir que se garantice que todo el mundo pueda llegar hasta ella. Si dejamos a parte las desigualdades sociales, la brecha digital que impide a ciertos sectores de la sociedad el poder acceder a intenet, etc el hecho es que el conocimiento científico del público general es deficiente. Una de las causas que le encuentro es la poca presencia de la ciencia en la vida cotidiana de muchas personas. A pesar del interés y esfuerzo de muchos investigadores y divulgadores por popularizar la ciencia aún nos queda mucho camino por hacer. Muchas veces accedemos a contenidos informativos que en un primer momento no nos habían llamado la atención porque están en todas partes: hagamos que ocurra lo mismo con los contenidos científicos, hagamos que la ciencia lo impregne todo, que esté en todas partes.
La ciencia no es solo para la gente de ciencia.
Según un estudio de Lourdes López Pérez y María Dolores Olvera Lobo de 2019, solamente el 23,9% de los proyectos financiados por el European Research Council en 2019 tenía web y menos de un 15% perfiles sociales. Los responsables de estos proyectos no están pensando en comunicar sus investigaciones más allá de los ámbitos científicos. No han tenido en cuenta la divulgación para la ciudadanía. En cuanto a los mecanismos de participación, un limitado 3% utiliza la web 2.0 para implicar a los ciudadanos. Además, en esas comunicaciones digitales en más de un 80% se usa lenguaje muy técnico y está dirigido a expertos no a ciudadanía. Tan solo un 5% de esos proyectos posee alguna herramienta digital que favorezca la interacción y participación ciudadana en la recogida de datos o en la aportación de ideas. De estos proyectos, casi el 60% de los mismos no tiene información en abierto para que se pueda consultar o conocer. ¿Están cumplimiendo estos proyectos el artículo 27 de la Declaración de los Derechos Humanos? Claramente no.
Participación de la ciudadanía en la ciencia y acceso al conocimiento
La unidireccionalidad de la ciencia tradicional se ha quedado atrás en la creación del conocimiento, Pero no en todos los casos ocurre como en los estudiados anteriormente. En la actualidad, también existen proyectoos que crean conocimiento de manera bidireccional junto con la ciudadanía en las acciones de ciencia ciudadana.
El objetivo de la ciencia ciudadana no es la obtención de una producción científica si no la obtención de datos que aporten evidencias que ayuden a las conclusiones finales de la investigación, que promuevan el interés por el hecho científico y lo popularicen y formar en ciencia básica a la población. Son objetivos multidisciplinares, científicos, educativos, socio-políticos y de visibilización y comunicación que deben tenerse en cuenta desde la concepción de la metodología de los proyectos.
Estudiantes analizando el agua del río
Ya desde tiempos de Platón se decía que conocer es amar y amar es conocer, esto mismo se puede aplicar al tema que nos ocupa. Si las personas no conocen la ciencia, nunca podrán estimarla. El trabajo de las investigadoras y los investigadores tiene que estar presente y para eso es necesario que se analice qué público puede estar interesado en el área de conocimiento que trabaja y en el asunto en concreto de su estudio para poder así realizar una comunicación científica enfocada correctamente a su público objetivo. La comunicación debe formar parte de indivisible de los proyectos, sobre todo de los financiados con fondos públicos como ya se empieza a hacer, ya que es la manera de devolver a la sociedad lo invertido (además de con el propio objeto de investigación, claro). Hay que aprovechar la democratización de la comunicación gracias a herramientas como Youtube, Tik Tok, Twich, Twitter, los blogs , las redes sociales...para que las investigaciones se acerque allí donde están los públicos. Ya hay decenas sino cientos de divulgadores científicos en estas redes que están realizando una labor magnifica de difusión y acercamento del conocimiento científico.
Los talleres de Museos de ciencias, las actividades para toda la familia, los eventos tipo "La noche de los investigadores", plataformas y espectáculos como Naukas contribuyen a acercar la ciencia a la población de forma eficaz, a crear cultura científica y a despertar vocaciones. Es importante que las universidades continúen abriéndose a la ciudadanía y que sepan traducir sus trabajos a un lenguaje accesible para todo el mundo. La población ganará en cultura científica y la comunidad investigadora en visibilidad y reputación social.
Innerarity, D. La inteligencia de la democracia El País 30/09/2019
Pérez, Juan Ignacio; Sevilla, Joaquín (2022) Los males de la ciencia Next door publishers
Rojas, H. Comunicación, participación y democrácia (2006) Life sciences communication
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