Saber preguntar es clave para obtener información. Con las preguntas correctas es más sencillo que las respuestas nos aporten información valiosa si estamos realizando un estudio o una encuesta y necesitamos conocer ciertos datos de los informantes. Pero también puede ocurrir que deseemos obtener una respuesta para lo que manipularíamos sutilmente la pregunta para inducir una respuesta que esté desacuerdo con nuestros postulados de origen. Hay veces que las prisas o la falta de preparación previa hace que lo que podía haber sido de base un estudio muy interesante a la vez que oportuno haga aguas por algunos lugares. Este es el caso que nos ocupa.
Durante los primeros días de abril de 2020, en pleno confinamiento por el coronavirus, el grupo de investigación Digilab de la Facultad de comunicación y relaciones Internacionales de Blanquerna (Universidad Ramón Llull) realizó una encuesta digital a más de 1200 personas de todo el país sobre l el consumo informativo durante el confinamiento. La encuesta fue difundida por redes sociales. Recuerdo haberla recibido por wassap. Me gusta responder encuestas de todo tipo. Un poco por ayudar a las personas que están realizando el estudio y, en el caso de las telefónicas o las personales, porque yo también realice en algún momento ese trabajo de encuestadora y sé lo duro que puede resultar si nadie te responde. Tengo que reconocer también que muchas veces es la curiosidad la que me lleva a responderlas. En este caso, no tenía mejor cosa que hacer, probablemente, y durante el confinamiento recuerdo haber respondido a todas las encuestas que me llegaron por todas las vías. Pues bien, en esta ocasión se trataba de ver cómo habían cambiado mis hábitos informativos de febrero a abril de ese mismo año debido al confinamiento. No recuerdo demasiado qué respondí, pero si que recuerdo la sensación después de completarla de que no se habían analizado mis costumbres anteriores de ninguna manera y que no se había tenido en cuenta que en ese momento las apariciones diarias en televisión de Fernando Simón o las del presidente eran hitos que marcaban la rutina de muchas familias.
La encuesta estaba dividida en 8 bloques. Si repasamos las preguntas nos fijamos que el foco no está puesto en el cambio de consumo sino en el consumo de información en el momento del confinamiento de las personas que se encuesta ya que solo se les pregunta si se informan más veces al día que antes y el número de veces, pero no si estando confinados se han informado por otras fuentes distintas a las que usaban antes. Lo mismo ocurre cuando preguntan por la confianza en los medios, se pregunta de manera general cuales son los tres que más confianza generan a la hora de informarse sobre el coronavirus, pero no si la persona encuestada ha cambiado de fuente de información o antes, incluso, si donde se informaba antes le genera la misma confianza en la crisis del confinamiento. Creo que esta comparación hubiese sido muy interesante.
Por otro lado, las preguntas que se refieren a la cobertura informativa de la crisis se centran más en los aspectos de cantidad de información que de la calidad de la información que recibe la ciudadanía. Las preguntas parecen enfocadas a poner en relieve el exceso informativo y la dificultad para la ciudadanía de poder cribar entre toda la información más que a otra cosa. Parece que son preguntas que se realizaron con una idea ya preconcebida de lo que estaba ocurriendo.
Me ha resultado curioso ver en la pregunta en la que se inquiere sobre la confianza en las fuentes como aparecen los medios de comunicación en general como fuente junto con el personal sanitario y científicos, administraciones públicas, expertos económicos y partidos políticos. Puede llevar a confusión, si he visto a un médico en un informativo y me da confianza ¿respondo que confío en ese medio que es el que lo ha localizado para informarme sobre la crisis o bien respondo que me dan confianza los sanitarios? Este tipo de preguntas puede tener resultados interpretables muy subjetivamente.
En cuanto al último bloque sobre noticias falsas..¡uf! este si que recuerdo que al responder me pareció un batiburrillo. Sobre todo porque me sorprendió que álguien, y más un grupo de investigación, considerase los memes como píldora informativa. Quizás soy solo yo, pero me parecía que en cuanto aparece un meme lo que pone en él está siempre en cuarentena y ya, de primeras, no es fiable (de hecho, ellos mismos los tratan como entretenimiento y no como información en el bloque 6). En estos últimos bloques, creo que aunque sí que se especificaba en el enunciado que se hablaba de noticias falsas, los porcentajes tan elevados que se otorgaban a las redes sociales como su fuente se debía a toda esa información informal que recibíamos en esos momentos.
Bajo mi criterio, durante toda esta encuesta se ha mezclado la información formal de los medios de comunicación con la informal, los chascarrillos, memes y comentarios virales y me parece que se tenían que haber estudiado por separado. Las fuentes y canales formales de información llevan detrás un trabajo de corroboración que tendría que ser tomado en cuenta a la hora de medir la confianza y esa verificación de los contenidos nunca se da en las redes sociales de la misma manera por lo que juntarlas en una misma pregunta no es correcto y confunde a las personas encuestadas. Además, el no tener en cuenta los consumos informativos anteriores de la ciudadanía lastra las respuestas el primer bloque haciéndolas poco relevantes.
Entiendo que las carencias del estudio se deben a la necesidad de que la encuesta no fuera demasiado larga para que fuera contestada por el mayor número posible de personas y a la urgencia por obtener información sobre lo que estaba ocurriendo, pero lo que podía haber sido un estudio profundo e interesante, sobre otro de los cambios de hábitos que nos trajo el coronavirus, se quedó en una mera aproximación que no aporta novedades aunque sí ratifica las sospechas de consumo informativo que ya suponíamos.
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