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"Era una maravillosa mañana de agosto cuando vio la soleada Wachau de nuevo..."

El agente de la unidad antiterrorista austríaca Cobra subió al helicóptero con el maletín esposado a su muñeca. El bulto era ligero. La pequeña figura que contenía estaba asegurada por una cama de espuma que la protegía de cualquier golpe. No es que el material del que estaba hecha fuera frágil, pero era necesario evitarle cualquier tipo de roce que pudiera dañarla. Antes de volver a Viena desde Sankt Pölten el helicóptero haría una escala en un pequeño pueblo de poco más de 150 habitantes. Cuando aterrizaron un numeroso grupo de gente curiosa y periodistas presenciaron la bajada del agente custodiando el maletín. Al militar, la responsabilidad le pesaba mil veces más que la valija por eso cuando la abrieron y las miradas expertas comprobaron que la pieza había llegado en perfectas condiciones sintió una sensación de levedad. Allí estaba, expuesta en una vitrina, de vuelta a la localidad donde la habían hallado cien años antes. En el pequeño expositor se presentaba la estatuilla de una mujercita rechoncha de piedra caliza de 11 centímetros de altura, con los bracitos descansando sobre los amplios pechos desnudos, una gran y regordeta barriga, amplias caderas y una cabecita redondeada y tocada por un gorrito de trenzas que parecía mirar hacia abajo. Todos los habitantes de Willendorf y algunas personas que se habían acercado para la ocasión, celebraron ese día una fiesta por su regreso y tuvieron la oportunidad de admirar la Venus antes de que volviera definitivamente al Museo de historia natural de Viena.

Cien años antes

"Era una maravillosa mañana de agosto del año 1908 cuando la Venus de Willendorf vio la soleada Wachau de nuevo, tras varios milenios dormida bajo tierra. La descubrimos Stombathy y yo en un depósito de cenizas cerca de un gran hogar" Así describió Josef Bayer el momento del descubrimiento de la venus en el periódico Neues Wiener Tagblatt en un artículo del 4 de febrero de 1910.

La nueva línea ferroviaria avanzaba por la llanura de Wachau no demasiado lejos del Danubio. Josef Stombathy era el jefe del departamento de prehistoria del Museo natural de Austria y sabía que la rica llanura del río llevaba milenios siendo un lugar propicio para la vida humana. Había encargado a dos de sus colaboradores, el voluntario Josef Bayer y el profesor Hugo Obermaier que vigilaran los avances de los trabajos del tendido para determinar si podía haber vestigios prehistóricos que excavar. Obermaier y Bayer llevaban desde mayo de 1908 con su labor de prospección cuando una zona cerca del pequeño pueblo de Willendorf despertó su atención. Al remover las tierras para preparar la vía sus ojos experimentados distinguieron sobre el sedimento blanquecino de loess siete estratos de tierra más oscura con posibles restos. Una vez avisado Stombathy se preparó la excavación para ese mismo verano. El jefe de prehistoria del Museo Vienés ejercería como responsable de la campaña, Bayer sería su mano derecha sobre el terreno y Hugo Obermaier, que ya había entrado a formar parte de la élite de prehistoriadores que investigaban para el Museo del hombre en París, sería el encargado de publicar los resultados.
Las excavaciones se realizaban con gran cuidado y precisión, metódicamente, documentando todo el trabajo con detalle. El proceso completo era fotografiado, se hacían croquis y planos; todo se apuntaba en varios registros para poder cotejarse después. Obermaier se dedicaba a anotarlo y dibujarlo en sus propios cuadernos de campo que contenían todos los detalles que le llamaban la atención. Bayer excavaba y revisaba lo hallado mientras Stombathy iba de un lado al otro supervisando.

A primeros de agosto comenzaron la excavación en el Asentamiento II y, solo una semana más tarde, la venus apareció. El obrero Johann Veran fue quien extrajo un núcleo de piedra con barro pegado pero no lo reconoció como una figura. La mirada acostumbrada de Stombathy localizó la figura sobre la tela en la que se depositaban los restos que podrían ser de interés y se la mostró, aún sucia y cubierta de arena, a Bayer. El hallazgo no fue evidente para los obreros, que siguieron semanas excavando sin ser conscientes de la existencia de la venus. La prudencia llevó a Bayer y Stombathy a no avisar ni siquiera a Obermaier, que excavaba alejado de ellos, hasta el final del día. Eran conscientes de la importancia del hallazgo y no querían llamar la atención de posibles saqueadores de tesoros.

Choque de egos


El descubrimiento de la Venus cambió la relación entre los tres investigadores. A pesar de que el acuerdo inicial era que Obermaier publicara los resultados, Stombathy propuso que la publicación la hicieran en nombre de los tres. Sin embargo, antes de que pudieran haber preparado ningún escrito, presentó la estatuilla en solitario en un congreso, rompiendo así los acuerdos con sus colaboradores y atribuyéndose el hallazgo. El clima de colaboración y las buenas relaciones habían quedado atrás. Pero los otros dos arqueólogos no iban a dejar que Stombathy se atribuyese todo el mérito sin pelear por lo que les correspondía. Obermaier intentó que se incluyera también sus aportaciones y su nombre en el descubrimiento, pero las autoridades del Instituto de paleontología humana de París le dijeron que era demasiado engorroso hacerlo. Los diarios originales de Obermaier, la fuente más completa de documentación de la campaña, nunca fueron cedidos al Museo de Viena por expresa negativa del profesor y desaparecieron.


En 1931, tras la muerte de Josef Bayer, Lotte Adametz, una de sus colegas quiso hacerle un homenaje y erigir un monumento en su honor. Cuando empezó a buscar financiación para la estatua en la zona de Wachau se encontró con que los posibles donantes aún recordaban la disputa por la autoría del descubrimiento. Para zanjar cualquier duda sobre el papel que había tenido Bayer en el hallazgo, se le ocurrió buscar a testigos que hubieran trabajado ese día en la excavación. Encontró a tres antiguos obreros de Willendorf que testificaron que ese día de los tres responsables de la campaña, solamente Bayer había aparecido por la excavación. El conflicto parecía resuelto y con un claro ganador. Parecía que la discípula iba a conseguir los fondos para honrar a su mentor pero una investigación posterior probó que ninguno de los obreros había trabajado el 7 de agosto de 1908. A pesar de que sus testimonios eran falsos, el tribunal no los acusó de perjurio ya que habían pasado más de veinte años y consideraron natural la confusión. Además, aunque el día del descubrimiento no habían estado trabajando, sí lo hicieron durante muchas otras jornadas en las que Bayer había sido el único responsable de la excavación por lo que el error era comprensible.


El conflicto entre los tres responsables por atribuirse el hallazgo no empañó el valor científico de la pieza ya que la excavación estuvo muy bien documentada y se ha podido trabajar con muchos datos y piezas bien contextualizadas. El estrato nº 9 donde se encontró la estatua ha aportado numerosa industria lítica gravetiense y la datación relativa con Carbono 14 nos dice que se podría fechar hace unos 25.000 años. La venus de Willendorf aún puede darnos sorpresas sobre su significado y sobre su origen. Un último estudio sobre la piedra arenisca oolítica de que está hecha parece indicar que proviene del norte de Italia o, quizás, de Ucrania, ya que ese tipo de roca no se encuentra en la zona del hallazgo.
Hoy, la venus está expuesta en el Museo de ciencias naturales de Viena, en un camarín especial. Su cuerpecillo amarillendo destaca, casi flotando, en las paredes pintadas de negro. Cuando la ves puedes entender mejor la lucha de sus descubridores para que sus apellidos acompañaran a la figura y se contagiaran así de su inmortalidad.

Museo de historia natural. Viena.

Esta entrada participa en la iniciativa de relatos científicos de @Hypatiacafe de agosto 2024 con el #PVrelatosolvidados


Fuentes

Weber, G. W., Lukeneder, A., Harzhauser, M., Mitteroecker, P., Wurm, L., Hollaus, L. M., ... & Kern, A. (2022). The microstructure and the origin of the Venus from Willendorf. Scientific Reports, 12(1), 2926.

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