“Señor delegado del ministro, señoras y señores,
hace siete años exactos que un grupo de amigos, curiosos de las ciencias e interesados por el origen de la humanidad nos reunimos bajo la presidencia del eminente Emile Riviere para fundar la Sociedad Prehistórica de Francia. En ese primer momento éramos solo sesenta y dos miembros y hoy, tras años de duro trabajo, somos ya cerca de quinientos. ¡Quinientas mentes inquietas puestas al servicio de la búsqueda de las raíces humanas! La gran diversidad de los saberes de las personas que conforman nuestra sociedad denota el interés que los estudios de la prehistoria despiertan en la Francia de nuestros días. Naturalistas, anatomistas, médicos, arquitectos e incluso notarios, junto a quienes estudian la paleontología, aportan distintas visiones complementarias a nuestra ciencia.
Esta noche nos reunimos para celebrar que, después de un riguroso examen de la documentación que presentamos, el 28 de julio de 1910 el Consejo de Estado y el Presidente de la República reconocieron a la Sociedad Francesa de Prehistoria como de Utilidad Pública. Esto ha sido una gran alegría y ha llenado de entusiasmo a todos los miembros de la Sociedad. Es para celebrar este feliz nombramiento para lo que estamos aquí.
No voy a entrar en demasiados detalles del programa de esta noche, van a poder disfrutarlo enseguida, pero sí que quería decirles que al prepararlo nos hemos dejado guiar más por el entusiasmo de organizar una velada festiva y amena que por hacerla excesivamente científica. Aunque a los prehistoriadores se nos reprocha que nos dedicamos a una ciencia demasiado abstracta y lejana a los intereses de la gente común y eso nos convierte en seres grises y serios, ¡nada más lejos de la realidad! ¡también podemos ser mundanos y divertidos! Disfruten con nosotros de esta velada y de las alegrías que el estudio de la prehistoria aporta al conocimiento de la humanidad.
Que suene la música y que se acerque nuestro presidente de honor, Monsieur Mortillet para iniciar los festejos.”
Un coro de aplausos cerró las palabras de Henri Martin mientras Adrian de Mortillet se acercaba al estrado serenamente a los compases de La Marsellesa. Durante cuatro meses, Mortillet, había preparado a conciencia esa noche. Ahora que la Sociedad había sido nombrada de Utilidad Pública era fundamental que se difundieran y popularizara aún más sus estudios y la prehistoria y las relaciones sociales tenían que cuidarse. Durante semanas estuvo elaborando la lista de invitados y preparando los contenidos de la fiesta. Serían casi novecientas personas, entre socios, políticos, colegas de otras sociedades científicas y sus acompañantes. Los temas a presentar tendrían que ser atractivos para el público común que no conociera la materia, pero también rigurosos, como corresponde a una Sociedad que defiende y difunde la ciencia.
-”Por favor, bajen un poco las lámparas”.- pidió a los lacayos- “Vamos a proyectar unas imágenes luminosas y las veremos mejor en penumbra. Hoy quiero hablarles sobre la mujer y la belleza a través del mundo. Aquí lo pueden ver…” Durante casi una hora la voz clara y grave de Mortillet llenó el salón de conferencias del número 8 de la calle Danton mientras mostraba fotografías de Lemoin, La Bègue o Bergon con mujeres cubiertas de pieles sobre rocas, con collares hechos de huesos y conchas y armas de piedra.
Adrian había seguido los pasos de su padre Gabriel de Mortillet y creía que la divulgación de la prehistoria era fundamental. Así, si su padre había trabajado con pintores, escultores y fotógrafos que habían hecho que la prehistoria se pusiera de moda, él también pensaba que las disciplinas artísticas podrían continuar ayudando a la difusión de la ciencia. Por lo que, además de su conferencia, se basó en estas imágenes para preparar el plato fuerte de la velada, los cuadros vivientes.
Mortillet eligió representar cuatro épocas distintas: el Musteriense, el Magdaleniense,el Neolítico y la Edad de Bronce. Con la ayuda de Leòn Henri-Martin y de Georges Laugèe, tomó como inspiración fotografías y pinturas de finales del novecientos para construir unas escenas evocadoras que tenían su parte de teatro, música, poesía y ciencia. Cada uno de los cuadros presentaba su escenario y decorado, en el que no faltaban detalles. Monsieur Charles Imbert se ofreció a dar las explicaciones que los contextualizarían y “veintidós personas del mundo” especialmente seleccionadas por su fisonomía acorde a las épocas que tenían que representar actuarían como hombres y mujeres de la prehistoria.
-“Cuando los invitados vean los cuadros vivientes deberán quedar asombrados. La impresión tiene que ser grande, tanto para las damas que no conocen la prehistoria en absoluto como para las personas estudiosas que podrán comprobar en los detalles que actuamos con rigor. Si alguien no conoce la historia, tras ver los cuadros comprenderá cómo la humanidad primero luchó con las bestias hasta dominarlas, tras ello llegó el nacimiento del arte y, a partir de ahí, fuimos evolucionando hacía la civilización ”-Este era el pensamiento que lo guiaba para construir el relato de las representaciones.
Al entrar en una sala, los invitados se encontraron a cuatro mujeres con un niño caminando por la estancia. Vestían con pieles y una de ellas llevaba una honda con piedras en la mano. Otras tenían adornos hechos con conchas y huesecillos. Cuando el grupo se dió cuenta de la presencia de un mamut representado en un escenario, huían despavoridas gritando entre los invitados que se empujaban al apartarse. La algarabía del público, los aplausos y los gritos de euforia aún añadían más emoción al ambiente. Para este cuadro del Musteriense, para representar la lucha contra las bestias, se inspiró en la pintura “La huida del mamut” de Paul Jamin (1885). Las reacciones de los participantes llenaron de satisfacción a Mortillet: estaba claro que iba a ser difícil que se olvidase una fiesta como aquella.
Mientras el público pasaba de un cuadro a otro, Monsieur Imbert, que ejercía de maestro de ceremonias, les acompañaba con sus explicaciones. Mortillet y sus compañeros habían tenido especial cuidado en que cada uno de los instrumentos, armas o decoraciones que apareciese en estos cuadros vivientes estuviesen basados en restos arqueológicos reales que se podían ver en los museos. Imbert relataba y ponía el contexto necesario para la comprensión completa de lo que veían.
Al llegar al cuadro de la Edad de Bronce, una modelo con una espada en la mano cantaba y bailaba una canción compuesta para la ocasión por Madame de Bousquet. Imbert explicaba que llevaba una diadema que era “la reconstrucción totalmente exacta de una diadema de oro encontrada en las excavaciones de Schliemann en 1873 en las ruinas designadas como las de Troya”. Los visitantes la admiraban asombrados, ya que muchos eran conocedores de este descubrimiento por los periódicos. La sabiduría de los componentes de la Sociedad Prehistórica era digna de admiración al lograr concentrar tantos conocimientos en una experiencia tan extraordinaria.
La velada fue un éxito total. Durante semanas se recordaron en los círculos sociales parisinos anécdotas que sucedieron esa noche. Adrien de Mortillet, tras ver el éxito de los cuadros vivientes decidió volver a recrearlos para fotografiarlos y que de esa forma, una vez publicados en la revista de la sociedad, pudiesen pervivir. Además, junto a Monsieur Bossavy convenció a la asamblea de la conveniencia de la creación de un Museo de Diapositivas que recogiera imágenes de los restos encontrados en las excavaciones, monumentos megalíticos, etc. para tenerlos disponibles para el estudio y la elaboración de presentaciones y publicaciones.
La imagen generalizada que el público tuvo durante muchas décadas sobre la humanidad prehistórica se fijó en gran manera esa noche de noviembre de 1910 y sirvió para acercar una ciencia lejana, difundirla y popularizarla.
Este relato participa en #PVunacultura de @hypatiacafe y como hilo de X en #DesgranaHilos hilo de X en #DesgranaHilos
Fuentes
https://www.persee.fr/doc/bspf_0249-7638_1910_num_7_11_12054
V.V.A.A. Venus y Caín. Nacimiento y tribulaciones de la Prehistoria en el siglo XIX, 2003, Ministerio de Cultura y deporte
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