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Laberinto de animales

 

“No puedo pensar como lo hacían entonces. Yo no soy esas personas, no vivo lo que vivieron, no siento lo que sintieron…¿cómo voy a explicar lo que pintaron o por qué lo hicieron?” Annette miraba obsesionada la reproducción del panel de los toros de la cueva de Lascaux y movía la cabeza. Uros, ciervos, caballos, manchas…cuanto más lo miraba más preguntas tenía. “¿Por qué se miran los uros? ¿Qué hace en medio ese caballo? ¿Qué los llevó a pintar dos ciervos en un color y el tercero en otro? Hay algo más complejo aquí que se me escapa. Esto no es casualidad. La gente que hizo esto se tomó su tiempo; se lo pensó antes, estoy segura…No me valen las explicaciones que se han dado hasta ahora. Aquí hay un plan”
                                        
Annette llevaba meses enfrascada en su tesis doctoral sobre el significado del arte paleolítico, buscando una respuesta a la pregunta que cualquiera se hacía al ver pinturas rupestres, queriendo saber el porqué. Otros antes que ella lo habían intentado, pero las respuestas que habían dado a Anette le parecían pueriles. Decir que toda aquella la tremenda complejidad de figuras de animales que aparecían pintadas o grabadas en la roca por distintas manos estaban ahí porque solo querían divertirse, porque “sentían un deseo irrefrenable de crear” le parecía una solemne tontería. Quizás en tiempos de Cartailhac, a final del siglo XIX, cuando solo se conocían pequeños objetos grabados, esta teoría del Arte por el arte no sonaría tan ridícula y podía ser una opción, pero ahora, a mitad del siglo XX, era algo inadmisible. “Tampoco creo que los pintaran para hacer rituales de caza como dice Breuil. Si fuera así habría más restos. Quizás tendrían golpes, o rayas por atacarlos con armas, o habría flechas representadas en todos ellos”. Ella llevaba tanto tiempo viendo cientos de figuras que sabía que detrás de ellas había algo más. Que el arte paleolítico no podía ser explicado de una manera tan subjetiva. Necesitaba buscar una forma de encontrar el orden en ese complejo laberinto de animales.
Meses atrás, había pedido a su director de tesis que le permitiera acceder a todo el archivo de calcos de las cuevas decoradas que tenían en el Museo de Hombre en París. Pasaba horas en un pequeño despacho del museo repasando las representaciones. Era igual que la ventana del cuarto tuviera unas vistas magnificas de la torre Eiffel, ella apenas levantaba la vista de los ciervos, bisontes y caballos que aparecían en las hojas. Cuando terminó de recopilarlas todas, había decenas de ilustraciones de 66 cavidades distintas, pero aquella pila de papeles no tenía ni orden ni sentido. Annette miró el montón de papeles y cogió unos alfileres que había sobre la mesa. Tomó entonces las reproducciones de cuatro de las cuevas y empezó a colgarlas de las paredes. “Hay que encontrar un porqué” -se decía- “Entraban decenas de metros dentro de las cuevas a pintarlos. Tanto esfuerzo tenía que ser por algo”. El sol del atardecer iluminó al mamut, el bisonte y el caballo del friso negro de Peche Merle y con su luz dorada y apagada parecía darle vida. “¿Y si lo que pasa es que no estamos mirando bien? Quizás hay que usar otras técnicas para desentrañar este misterio. Las figuras no están solas, parece más complejo…es como si se hablaran…caballos, bisontes…¡Parecen  grupos!” Cuando más miraba los calcos, más claro le quedaba que existía una composición, que cada uno de los animales que allí aparecía era parte de un sistema y se empeñó en ordenarlos y clasificarlos. Para poder hacerlo de una manera sistemática, se sirvió de la estadística y fue clasificándolos por cuevas, por dónde se colocaban las representaciones dentro de las cuevas y por especies. De esta manera, vio que cuando dibujaban un caballo muchas veces cerca había un bisonte y comenzó a elaborar una teoría que los relacionara.
Buscó a su director y le contó su idea, que iba a estudiar los paneles como agrupaciones, como conjuntos. La teoría del estructuralismo antropológico de la que le había hablado su prometido, el antropólogo Joseph Emperaire, podía servirle para explicar con base científica el significado del arte paleolítico. A André Leroi-Gourhan, su director de tesis, le pareció un movimiento arriesgado, nunca hasta entonces se había usado la estadística en el arte de esta manera, pero la dejó hacer. Annette catalogó cada una de las figuras de las 66 cuevas y llegó a la conclusión de que, para poder hacer esas representaciones, las tribus paleolíticas debían ser una sociedades estructuradas y bien organizadas porque necesitaban mucha anticipación para crear esos grandes paneles. Además, en esta pauta sistemática de creación, ella veía parejas que se repetían y asociaciones de animales con sentido. “¡He encontrado un significado para el arte paleolítico!”, se dijo
Annette presentó su tesis El significado del arte rupestre paleolítico en París en 1957. Tras presentarla, continuó su trabajo de arqueóloga de campo y se fue con ya marido Joseph Emperaire a excavar a Patagonia. Allí, un muro que cedió durante una excavación sepultó a Joseph. A pesar del dolor por su muerte, Annette continuó excavando para poder terminar la campaña antes de que llegase el mal tiempo. Durante los años posteriores, el complejo problema del significado del arte de la prehistoria siguió rondando a Annette mientras realizaba otros descubrimientos arqueológicos. En 1977, cuando estaba poniendo en marcha una expedición de salvamento arqueológico en Brasil, un escape de gas en la habitación del hotel donde dormía terminó con su vida. Annette Laming-Emperaire es recordada como una de las grandes arqueólogas francesas por su metodología sistemática y analítica y por la revolución que supuso su teoría del significado del arte prehistórico.


Entrada participante en #PVcomplejidades @hypatiacafe Basada en el post que publiqué en @mujeresconciencia Annette Laming-Emperaire, gran innovadora en los estudios sobre el significado del arte paleolítico



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