Los seres humanos hemos intentado comprender el mundo desde el paleolítico. En aquellos momentos, era más útil para la comunidad saber qué hierbas y frutos eran comestibles y cuales venenosos que otros conocimientos que ahora consideramos fundamentales. Cualquiera puede suponer que la imagen que se podía tener del conocimiento en unas eras en la que la supervivencia era el principal problema es bastante distinta a la que tenemos ahora, 40.000 años después. En aquellos momentos, la base biológica, la evolución natural pesaría más que lo que pesa hoy en día, cuando hemos desarrollado conocimientos profundos de todo tipo y tenemos acceso a casi todos los conocimientos de nuestros ancestros. Pero parte de lo que sabemos o creemos saber del mundo y, también, parte de nuestros prejuicios epistemológicos nos llega desde esta historia pre cultural, de la evolución natural de nuestra especie. En la especie humana, la evolución natural y la evolución cultural están interrelacionadas. La relación entre evolución y cultura es un factor fundamental que constituye el conocimiento humano dentro de la historia global de la especie.
Las grandes culturas de la antigüedad utilizaron los patrones de organización humana para explicar su mundo. Así, las explicaciones antropomorfas son formas iniciales de una auto comprensión de la naturaleza que les proporcionaba identidad, cohesión y, por lo tanto, seguridad frente a lo distinto y a lo que queda por conocer. Esta auto comprensión de sí misma, de la cultura frente a la naturaleza, es lo que se va convirtiendo poco a poco en la llamada segunda naturaleza de los seres humanos. El desarrollo del pensamiento abstracto que propicia la búsqueda del conocimiento hace que se desarrollen con él las manifestaciones más elevadas de la cultura como son el arte, la filosofía y la religión. Con ellas se pone un marco que aglutina y que ordena los demás conocimientos. Cada una de estas tres manifestaciones es particular de cada cultura e impregna a las otras dos de manera indisoluble, de tal forma que el arte estará influenciado por la religión y esta por la filosofía y así de manera reciproca y única en cada una de las civilizaciones y culturas.
Si el mundo fuera distinto, dada la relación entre naturaleza y cultura, la cultura también sería distinta. No solo sería diferente en los contenidos, sino también en las actitudes cognitivas, en los métodos y en las normas cognitivas. Nuestro lenguaje es como es, porque el mundo es como es para nosotros y lo vemos de una forma concreta, por eso cada idioma tiene todo un mundo-modelo que lo enmarca, con sus concepciones de pensamiento y sus normas sociales. Las estructuras básicas lingüísticas son, a la vez, herramientas y prejuicios colectivos para entender el mundo tal y como es percibido desde una ventana cognitiva que se ha construido de manera evolutiva. Lo que sabemos pensamos acerca del mundo, da igual si es verdadero o falso, determina nuestros prejuicios acerca de qué es o cómo debe ser el conocimiento. Así que. En este ámbito de la historia se funden la historia de la evolución natural y la de la evolución cultural. Por eso, algunos rasgos de nuestra visión del mundo y parte también de nuestros prejuicios epistemológicos vienen heredados del proceso evolutivo de creación de la especie humana. La historia cognitiva de los seres humanos no es independiente de nuestra historia de la evolución natural como especie. Así, algunas de las intuiciones o certezas de cómo es el mundo y el conocimiento que tenemos de él, tienen sus raíces en esta evolución natural y en la historia pre cultural. Como han formado parte de nuestra forma de conocer la naturaleza durante tanto tiempo y han evolucionado con la especie, cuando se revelan como erróneos, es muy difícil hacer que se olviden y que se prescinda de ellos. La evolución natural no es determinista porque no sigue ningún diseño previamente y, por lo tanto, la evolución cultural tampoco puede serlo. Tomemos como ejemplo de esta afirmación nuestro propio cerebro, que podemos considerar como fuente de donde surge y se crea la cultura humana, pero que es imprevisible para él mismo en sus actos y en los resultados que obtiene. Nuestro cerebro no sabe cómo funciona cuando lo hace.
La capacidad evolutiva de la cultura. La Epistemología Evolucionista
Lo que nos diferencia del resto de las especies es que el conocimiento humano tiene una larguísima historia pre cultural, primero y, después, una vez que ha llegado a constituir una cultura, tiene una potente y fuerte historia evolutiva cultural. Y esta enorme capacidad de evolutiva de la cultura humana es debida a nuestro sistema cognitivo, más concretamente a nuestro cerebro. No podemos estudiar el conocimiento sin estudiar nuestro sistema cognitivo y este es producto de la evolución biológica. Por eso, una de las tesis básicas de la Epistemología Evolucionista es que conocer el conocimiento no se puede separarse de conocer el mundo. Según esta Epistemología Evolucionista, lo que pensamos acerca de qué es el conocimiento humano nunca es distinto de lo que pensamos acerca del mundo, por lo tanto, la Epistemología debe ser consistente con la contingencia y la relatividad históricas del conocimiento. Este tipo de epistemología tardó en ser considerada importante y no lo logró hasta la segunda mitad del siglo XX. Esto es debido a ciertos prejuicios, algunos de ellos heredados de la epistemología tradicional. En ella, se quita importancia a cómo es nuestro sistema cognitivo y cómo lo usamos, por lo que la evolución de nuestro cerebro no es sujeto de estudio. Pero este no es el único prejuicio con el que se encuentra esta corriente epistemológica, otros prejuicios proceden precisamente de la evolución y de la estructura natural de nuestro sistema cognitivo, de su finitud y de la corta duración de la vida de una persona lo que limita su experiencia sensible. También hay otra fuente de prejuicios epistémicos, que es la estructura funcional de nuestro cerebro con relación a lo que percibimos conscientemente. Aquí tendríamos que comparar la historia de la Epistemología y la historia de las Neurociencias. Hay dos hechos que determinan la estructura funcional del cerebro, un hecho epistémico es que el cerebro es ciego a sí mismo, no sabe que existe, y no puede tener experiencia (conocimiento) de los procesos físicos mediante los que va generando conocimientos. El cerebro, además, percibe sus acciones y resultados cognitivos como objetos que no son físicos sino intelectuales, mentales, abstracciones y creaciones suyas distintas al mundo sensible del que emanan. De aquí emergen las dualidades léxicas entre mente/cuerpo, Mente/ alma o espíritu/materia.
La segunda adaptación
La especie humana es el resultado de adaptaciones y mutaciones a su entorno natural. En el aspecto cognitivo de estas mutaciones y adaptaciones se desarrollaron nuestros órganos cognitivos y con ellos nuestras especiales características de cognición. Si nuestros actos de pensamiento exigieran que nuestros órganos cognitivos fueran conscientes de los procesos neuronales que los generan, nuestro cerebro sería muchísimo más grande y, aun así, los actos cognitivos intelectuales serían terriblemente lentos y poco prácticos en la realidad. Así que el cerebro es un sistema tan complejo y eficaz que no necesita saber cómo funciona para funcionar y hacerlo bien.
La producción cultural ha adquirido tal importancia para nuestra especie que es ya nuestra segunda naturaleza. La innovación tecnológica forma parte de esta segunda naturaleza, pero va a tal velocidad que incluso Bill Gates ha dicho que debería ralentizarse el ritmo actual de innovación tecnológica para poder ser abarcable y comprensible. Y es que la innovación es tan rápida en estos momentos que es incontrolable por un cerebro humano. Las inteligencias artificiales cada vez son más autónomas, además, son generativas y cambian y estos cambios son cada vez más acelerados. Pero esta aceleración no ocurre solamente de este tipo de sistemas, sino en todos los ámbitos del conocimiento. Esta tremenda aceleración afecta a la estructura profunda de nuestra cultura, así, por ejemplo, podemos observar que nuestra experiencia cotidiana interactuamos con más objetos creados que naturales. Nuestro entorno real es más artificial que natural y esto nos está pidiendo una adaptación constante y un continuo aprendizaje. Así que, en este momento, podemos hablar de que nos encontramos en una segunda adaptación. La primera fue el proceso de adaptación bio evolutivo al entorno natural y la actual es en la que estamos inmersos, en un nuevo mundo modificado por la humanidad. Si en el paleolítico nuestra especie aprendió a vivir en una naturaleza hostil, en la actualidad tenemos que aprender a sobrevivir también en esta naturaleza creada, adaptándonos a los nuevos medios tecnológicos. Pero como esta nueva naturaleza cambia constantemente y además de forma muy acelerada, necesitamos adaptarnos muy, muy rápidamente. Es un proceso permanente de cambio y adecuación al entorno variable por lo que tenemos que preguntarnos si nuestros cerebros, nuestras mentes, están preparadas para poder hacerlo, pero también, pensar en qué ocurriría si no lo lográsemos. Si no nos adaptamos, no sobrevivimos en el mundo virtual y no sobrevivir en el mundo virtual en la actualidad es no sobrevivir social y culturalmente.
Dentro de esta segunda adaptación se encontraría el uso masivo de la realidad virtual y las redes sociales. Estos son procesos de aprendizaje a los que tenemos que someternos, pero encontramos algunos problemas dentro de estas propias adaptaciones. Por ejemplo, se puede observar una clara simplificación del lenguaje, tanto en términos semánticos como sintácticos que es muy evidente en el uso que hacen de él las nuevas generaciones, más esquemático y reducido, menos rico que el de sus mayores. Otro problema es la creciente sustitución de las experiencias naturales, reales, del mundo sensible por experiencias virtuales. En el mundo de la ciencia, pero también en otros, existe un problema específico que es la difusión indiscriminada de contenidos científicos o supuestamente científicos, pero que no discriminan si son o no válidos y de calidad pervirtiendo así el criterio clásico al darles valor simplemente por el mero hecho de estar publicados en la web.
Lo que todos estos hechos están logrando es que la responsabilidad epistémica se vea social y culturalmente debilitada, esto es inevitable. Y es que esta relajación en la competencia lingüística de las personas que crean el conocimiento favorece la pereza mental. Pero no debemos pasar mucho tiempo lamentándonos de todo esto, sino que tenemos que llegar a comprender cómo son las mutaciones de esta nueva tecnología y qué es lo que ocurre con el conocimiento ahora y, por supuesto, explorar las posibilidades que nos ofrece. Es evidente que la creatividad intelectual de las personas que conviven en este mundo digital y también el uso lingüístico que hagan no van a ser iguales que las de antes de la introducción de la escritura digital. La manera que vamos a tener de conocer y procesar el conocimiento y transmitirlo a otros va a hacerse cada vez de forma más impersonal, pero también más universal e independiente de la propia acción humana individual. Todo va a ser más automatizado. La consecuencia directa que vemos de todo esto es que los saberes humanos esenciales y tradicionales están siendo externalizados, ya no forman parte del humano, sino que los están realizando realidades virtuales o inteligencias artificiales. Así quizás los conocimientos vayan a ser más volátiles, más cambiantes, en el futuro.
Desde la era pre cultural hasta la actualidad percibíamos que la naturaleza era indiferente ante las ideas y emociones que teníamos los humanos, pero ahora hemos creado un mundo en el que nuestras ideas se han emancipado de nosotros mismos a través del mundo digital y vagan por su cuenta e, incluso, se reproducen sin nuestra intervención con las tecnologías de Inteligencia Artificial. Parece que ahora sí, que el mundo exterior se ha convertido en una caverna cognitiva. como dijo Platón y que las ideas son el mundo real. Cada vez hay más teorías creadas automáticamente y máquinas que a su vez toman decisiones. En esta ruptura con todo lo anterior, es absolutamente normal que haya muchas personas que vean a la Inteligencia Artificial como un objeto inquietante.
Las actuales tecnologías han hecho que tengamos que revisar nuestro lugar en el mundo y al propio mundo en el que vivimos como tal, ya que no es el que la especie humana ha conocido durante toda su evolución. La incógnita no es saber si lograremos adaptarnos con éxito a este nuevo entorno digital, nuestra especie es una campeona adaptativa, si no si la cultura que logremos crear tras esta adaptación poseerá valores epistémicos muy diferentes a los actuales y si el conocimiento que se cree con la IA tendrá el mismo valor que los creados sin su ayuda y de qué manera influirá y modificará nuestra organización social, económica y, en general, nuestras vidas.
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