La imagen que proyectamos es una herramienta poderosa. Solemos asociar el éxito con gente guapa, sana, joven y feliz y los convertimos en modelos a los que parecernos. Es la tiranía de la imagen y de las apariencias.
Los influencers no son solo cosa del siglo XXI. Usar la apariencia para transmitir poder es algo que las élites sociales han utilizado desde el principio de los tiempos. La imagen y cómo eran representados en los templos o palacios ha sido fundamental desde el Egipto faraónico hasta la Europa del Renacimiento. A lo largo de la historia ha habido personajes que han movido masas y han influido en la gente de su época y, en algunos casos, también de las posteriores. Pero ¿cómo lo hacían? Lo cierto es que usaban unas herramientas semejantes a las que hoy podemos ver en las redes sociales, asociando su imagen personal a símbolos y atributos conocidos por la mayor parte de la gente que les veía y creando con ellos su identidad. Vamos a echar un vistazo a dos imágenes y a jugar a encontrar sus parecidos y ver cómo han sido utilizados para que se convirtieran en iconos y transmitir mucho más de lo que parece a primera vista.
Los personajes que aparecen representados aquí son San Lorenzo pintado por Zurbarán y Nicolás Copérnico pintado por Jan Matejko. Ninguno de los dos autores son coetáneos de sus retratados pero ambos tenían una idea muy clara de qué querían transmitir con sus pinturas y por qué tenían que convertir a estos dos personajes en iconos. En el caso de San Lorenzo, Zurbarán deseaba mostrar a uno de los mártires católicos más importantes para que sirviera como ejemplo y como arma de lucha contra el protestantismo en plena Contrarreforma. Jan Matejko, por su lado, pintó el cuadro de Copérnico para conmemorar el 400 aniversario del nacimiento del científico en un momento (1873) en que Polonia era un territorio dividido entre dos imperios y cuando necesitaban ejemplos de héroes nacionales en los que mirarse como figuras que recordaran la grandeza del país y sirvieran de aliento a la incipiente lucha por la reunificación.
Para fortalecer estas ideas los pintores fueron a lo seguro y usaron estereotipos que sabían que funcionaban, así las personas que vieran los cuadros tendrían muy claro de quienes se trataba y de lo que se estaba contando. Empezaron por el tamaño. Los dos cuadros son muy grandes, de unos 2 por 3 metros, uno en apaisado y el otro en vertical. En este caso el tamaño importa, así queda claro desde el principio que quien allí aparece es alguien importante. Además, en cuadros tan grandes, el espectador se sitúa siempre debajo del personaje, teniendo que elevar la vista para poder contemplarlo y esto crea una jerarquía en la que el personaje de la pintura gana en importancia. Esto se acentúa, además, con el mayor tamaño de las figuras representadas, que no suelen tener las dimensiones humanas. En una rápida mirada, los espectadores tienen claro inconscientemente que es un personaje superior a ellos.
Durante siglos, la forma que tenía la pintura y la escultura de mostrar quién era el personaje representado era poniendo junto a él algunos objetos que pudieran identificarlo, los llamados atributos. En el caso de cuadros religiosos cristianos, si vemos a una persona que sostiene una palma indudablemente se trata de alguien que sufrió martirio o si aparece un perro con una antorcha encendida en la boca es alguien que predicó; son pistas que nos ayudan a saber de quién se trata. En los cuadros de San Lorenzo y Copérnico, ambos utilizan las herramientas de la iconografía cristiana para identificar a los dos personajes. San Lorenzo suele aparecer siempre con la parrilla en la que fue quemado y la dalmática, el vestido típico de los diáconos, como atributos principales. En el cuadro que representa a Copérnico, los atributos serían una representación heliocéntrica, el compás y los demás instrumentos científicos, los libros que aparecen esparcidos…Podemos encontrar la primera coincidencia entre los dos retratos en la forma que tienen en sostener estos atributos, ambos los sujetan con la mano izquierda en una postura similar. La forma en la que las dos figuras tienen colocadas las manos y la cabeza también es muy parecida. Mirando al cielo, en un evidente signo de arrebato o inspiración divina, con los brazos extendidos con amplitud como recibiendo esta sabiduría que se les otorga desde las alturas. Esta expresión es muy común en los santos, pero en el caso del científico tiene una doble lectura ya que nos recuerda al trabajo de astronomía de Copérnico, siempre mirando al cielo y descubriendo sus secretos, y también a que estos descubrimientos se hicieron con ayuda divina, lo que le proporcionaba autoridad y respetabilidad. A pesar de que sus obras estuvieron prohibidas por la Iglesia para su impresión hasta el siglo XIX y de la polémica religiosa de sus descubrimientos, el artista aparta cualquier polémica y lo consagra como una figura incontestable. De hecho, el título completo de la obra es Astrónomo Copérnico o conversaciones con Dios. Es importante resaltar cómo se usa este símbolo en el momento en el que el nacionalismo polaco lo necesita: el héroe de la ciencia está respaldado por la religión para resultar más legítimo, para ser ejemplar. La sabiduría y comprensión del mundo aportan poder a quien los posee, lo mismo que se creía que hacía la religión. La figura de Copérnico aparece como mito fundacional de la ciencia polaca.
La gestión de la imagen personal siempre ha sido importante y el usar ciertos clichés suele ser muy útil para poder lograr el efecto deseado en el público. Los grandes pintores de la historia manejaban estos artificios a la perfección y lograban crear o destruir la fama de los personajes con sus retratos, todo dependía de cuales fuesen sus ideas políticas o religiosas, de quién les pagase la obra y del fin para la que fuese concebida. ¿Algún parecido con la actualidad? Os leo en los comentarios.
Atribución fotográficas y fuentes:
Astrónomo Copérnico o conversaciones con Dios de Jan Matejko
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