En esta época de redes
sociales estamos acostumbrados a ver personas que utilizan su imagen para
influir en otras, los llamamos influencers. Para el ser humano es
importante formar parte de un grupo y estos personajes nos aportan alguien a
quien admirar, a quien querer parecernos. Las marcas comerciales saben que es
más sencillo llegar a convencernos de la necesidad que tenemos de uno de sus
productos si los usa una influencer, nos da confianza de que poseerlo es
acercarnos más a ese ideal de persona que queremos ser.
Pero los influencers no son solo cosa del siglo XXI. A lo largo de la historia ha habido personajes que han movido masas y han influido en la gente de su época y, en algunos casos, también de las posteriores. Vamos a echar un vistazo a dos imágenes y a jugar a encontrar sus parecidos y ver cómo han sido utilizados para que se convirtieran en iconos y trasmitir mucho más de lo que parece a primera vista.
Atributos y estereotipos
Para fortalecer estas ideas fueron a lo seguro y usaron estereotipos que sabían que funcionaban, así las personas que vieran los cuadros tendrían muy claro de quienes se trataba y de lo que se estaba contando. Empezaron por el tamaño. Los dos cuadros son muy grandes, de unos 2 por 3 metros, uno en apaisado y el otro en vertical. En este caso el tamaño importa, así queda claro desde el principio que quien allí aparece es alguien importante. Durante siglos, la forma que tenía la pintura y la escultura de mostrar quién era el personaje representado era poniendo junto a él algunos objetos que pudieran identificarlo, los llamados atributos. En el caso de cuadros religiosos, si vemos a una persona que sostiene una palma indudablemente se trata de alguien que sufrió martirio o si aparece un perro con una antorcha encendida en la boca es alguien que predicó; son pistas que nos ayudan a saber de quién se trata. En los cuadros que nos ocupan, ambos utilizan las herramientas de la iconografía cristiana para identificar a los dos personajes. San Lorenzo suele aparecer siempre con la parrilla en la que fue quemado y la dalmática, el vestido típico de los diáconos, como atributos principales. En el cuadro que representa a Copérnico, los atributos serían una representación heliocéntrica, el compás y los demás instrumentos, los libros que aparecen esparcidos…Podemos encontrar la primera coincidencia entre los dos retratos y es que ambos sostienen sus atributos con la mano izquierda en una postura similar. La forma en la que las dos figuras tiene colocadas las manos y la cabeza también es muy parecida. Mirando al cielo, en un evidente signo de arrebato o inspiración divina, con los brazos extendidos con amplitud como recibiendo esta sabiduría que se les otorga desde las alturas. Esta expresión es muy común en los santos, pero en el caso del científico tiene una doble lectura ya que nos recuerda al trabajo de astronomía de Copérnico y también a que este se hizo bajo los auspicios de Dios lo que le proporcionaba autoridad, a pesar de que sus obras hubiesen estado prohibidas por la Iglesia para su impresión hasta el siglo XIX y de la polémica religiosa de sus descubrimientos. De hecho, el título completo de la obra es Astrónomo Copérnico o conversaciones con Dios. Es curioso como se usa este símbolo en el momento en el que el nacionalismo polaco lo necesita: el héroe de la ciencia está respaldado por la religión para resultar más legítimo. La sabiduría y comprensión del mundo aportan poder a quien los posee, lo mismo que la religión. La figura de Copérnico como mito fundacional de la ciencia polaca.
Compositivamente, existen más puntos en común entre las dos pinturas. Los fondos de las dos sirven para contextualizarlas y aportarles profundidad con esos horizontes tan bajos y las representaciones de ciudades a la derecha de ambos cuadros. La estructura compositiva de San Lorenzo traza un triángulo en la figura del santo que nos lleva a la cabeza con la iluminación más clara del cielo como punto culminante de la obra para llamar la atención sobre la influencia divina en el santo. La composición del retrato de Matejko es también triangular, basada en tres puntos de luz: el diagrama a la izquierda, un papel a la derecha en el suelo y la cabeza. Que el punto más luminoso del cuadro sea la representación heliocéntrica nos da idea de la importancia que el pintor quería darle al trabajo científico. Con esta composición triangular y el tamaño de las piezas ambos retratistas lograrían un gran impacto en los espectadores. Si, además, se colocaban algo elevadas, las personas que las viesen tendrían que elevar también la cabeza, replicando el gesto de los retratados y buscando así también la influencia divina.
La gestión de la imagen personal siempre ha sido importante y el usar ciertos clichés suele ser muy útil para poder lograr el efecto deseado en el público. Los grandes pintores de la historia manejaban estos artificios a la perfección y lograban crear o destruir la fama de los personajes con sus retratos, todo dependía de cuales fuesen sus ideas políticas o religiosas, de quién les pagase la obra y del fin para la que fuese concebida. ¿Algún parecido con la actualidad? Os leo en los comentarios.
Atribución fotografícas y fuentes:
Astrónomo Copérnico o conversaciones con Dios de Jan Matejko
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