Él
era profesor, igual que ella. Durante toda su vida había dado clases de lengua
a adolescentes. Era un lector infatigable y podías pasarte horas escuchando
cómo te contaba alguna de sus lecturas o sus últimas películas, siempre con un
giro divertido y sorprendente. Era de una inteligencia vivaz y muy hábil
socialmente, un magnífico conversador.
Hace unos años, en una visita que les hice, me contó la misma historia dos veces en un mismo fin de semana. En ese momento no le di mayor importancia. Pasamos un año sin vernos, pero de vez en cuando recibía llamadas perdidas suyas al móvil. En alguna ocasión que pude coger el teléfono hablaba con él y me agradecía que le hubiera llamado, aunque no había sido yo quien lo había hecho. Su discurso era coherente e hilado por lo que lo achaqué a que la edad corría para todos y los dedos ya no estaban tan ágiles. Fue por aquel tiempo cuando coincidí con una amiga común y me dijo que acababa de ser diagnosticado de Alzheimer.
Unos meses después me acerqué a
visitarlos y salimos a cenar. Conversamos alegremente como solíamos hacer. Enseguida
me señaló su alianza diciéndome que era nueva. Me extrañó y le miré a ella:
"Es la tercera que compro en cuatro meses" Él las perdía, se ponía
nervioso y quería recuperarlas y ella, con infinita paciencia, las reponía. Esa
noche intentó contarme una historia pero, cuando ya no recordaba cómo seguía,
hábilmente le pidió a ella que siguiera "porque ella lo contaba
mejor", nos dijo.
Hace
tiempo estuvimos viéndolo en la residencia donde ahora vive. Sigue siendo aquel
lector voraz, aunque ya no sabe qué lee, pero le gusta hacerlo despacito y en
voz alta. Cuando nos vio se puso muy contento y nos abrazó con emoción. Empezó
a hablar con una verborrea rápida e ininteligible. Eran frases gramaticalmente
correctas, pero sin ningún significado, palabras colocadas sin ton ni son. ¡Se
le veía tan contento que lo entendíamos todo, aunque él no pudiera expresarlo!
En un momento dado nos lanzó a su mujer y a mí unas frases que se me quedaron
grabadas: "Esto más. Así muy bien. Yo no puedo, tú sí" Entendimos que
el hombre de antes aún estaba allí de alguna manera y nos estaba diciendo que
él no podía llamarnos, pero ella sí podía convocarnos para volver a
verlo.
Desde
esta última visita han pasado meses. La semana que viene volveremos a verle, pero
él ya no estará ahí. Solo queda un espectro y la memoria de nuestros recuerdos.
Relato que participa en la convocatoria #relatosMemoria de @divagacionistas
La historia completa está aquí
Foto de Herbert Goetsch en Unsplash
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