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¿Existió algo similar a la Revolución científica europea en China?


La milenaria historia de China es rica en matices y acontecimientos y presenta numerosos periodos en los que la cultura en general y la ciencia y la tecnología en particular se desarrollan y florecen. Sin embargo, justo en el momento en el que en Europa tenía lugar la llamada Revolución Científica, en la China del final de la dinastía Ming no ocurría algo semejante. ¿Existió algo similar a la Revolución científica europea en China? Hay diversas opiniones al respecto y la pregunta es controvertida y es difícil que se pueda resolver desde el punto de vista de la historiografía tal y como ya afirmaba Sivin (1982).

Si analizamos el punto de origen de esta pregunta, la idea de revolución científica, también surgen dudas. Llamamos Revolución Científica al periodo de la cultura europea de la Edad Moderna y comienza con Copérnico (1473-1543) y llega hasta Newton (1643-1727). Es controvertido llamar a esta época revolución ya que es un periodo muy largo de tiempo. La palabra revolución se asocia con cambios bruscos e inesperados y el desarrollo de la ciencia en la Europa de la época no fue ni brusco ni inesperado. También se da por supuesto que al finalizar esta revolución nació la ciencia moderna tal y cómo la conocemos, pero poco se parece la ciencia que se practicaba en el XVII con la actual. Además, si la ciencia nació en Europa en ese momento, ¿qué era toda la tradición anterior? Otros países también tuvieron épocas en las que, por circunstancias políticas o sociales, eventos culturales de relevancia coincidieron en el tiempo, pero no tienen por qué ocurrir estos florecimientos simultáneamente en todas las culturas. En el caso de China, el descubrimiento de la pólvora en el siglo IX, la imprenta en el X y la brújula en el XI, sumado al uso que ya hacían desde siglos antes del papel podrían llegar a ser considerados también como su propia revolución científica.
 
Tengamos en cuenta también que nos hacemos esta pregunta desde el punto de vista de una historia de la ciencia siempre observada desde los ojos de Europa, más concretamente de la tradición científica anglosajona. Ponemos a esta tradición en un punto de vista central y comparamos otras culturas y territorios con ella para evaluar sus logros bajo nuestro baremo. Esta forma de estudiar la ciencia y la historia hace que la ciencia pura sea entendida como la expresión más sublime a la que se puede llegar mientras que la ciencia china, que es una ciencia predominantemente aplicada, sea considerada menos valiosa. De la ciencia nacida en China nos llegó, como de mucha de la ciencia árabe, la parte más práctica y tecnológica a través de la ruta de la seda, pero no la teoría. En China no se crearon métodos experimentales basados en hipótesis y este aspecto ha sido una lacra para que se consideraran estos saberes a la misma altura que los occidentales.  

La ciencia es un fenómeno social complejo y en el que influyen conocimientos de todos los lugares, pero en el caso de Oriente esta influencia es tan sutil que apenas se percibe y aun hoy en día no se reconoce el origen oriental de muchos descubrimientos que creemos europeos. El tener como eje principal y casi único la visión eurocentrista priva a ciertos descubrimientos foráneos, adoptados después por sabios europeos, de su autoría real al olvidar sus orígenes, como en el caso de las vacunas que contamos en este otro post. La tradición cultural que viene desde la Grecia clásica y que dotó a Europa de coherencia cultural es importante, pero no es la más importante, solo es la que más conocemos nosotros; todas las tradiciones son fundamentales para la región del mundo a la que pertenecen.


Como ejemplo más notable del eurocentrismo y de cómo se ha apropiado nuestra tradición de los descubrimientos de otros lugares está la “invención” de la imprenta por Gutenberg en 1453 que siempre se destaca como determinante en la Revolución científica por la importancia que tuvo como facilitadora de la transmisión de conocimientos. En realidad, la imprenta de tipos móviles fue inventada por Pi Sheng en China en el siglo X al mejorar las anteriores versiones de imprentas en bases de cobre. Casi todo el mundo sabe quién es Gutenberg, pero nadie ha oído hablar de Pi Sheng, quizás sea hora ya de empezar a recalcar la apropiación cultural que de muchos conocimientos han hecho los europeos durante siglos y devolver la autoría a sus descubridores originales.
 
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