El cambio climático está provocando la pérdida masiva de biodiversidad. Muchas especies animales y vegetales se encuentran en peligro de extinción y existen organizaciones y personas que están trabajando por encontrar la manera de reducir el número de especies que desaparece.
La creación de santuarios o reservas naturales protegidas que preserven los ecosistemas de la deforestación, las especies invasoras, la sobreexplotación humana o el uso de pesticidas es una herramienta muy eficaz para poder lograrlo. Pero estos espacios tienen que estar interconectados entre ellos por corredores ecológicos que favorezcan la movilidad de las especies.
Durante las décadas de los 50 y 60 el ecólogo Robert MacArthur y E.O.Wilson estudiaron la distribución geográfica de las poblaciones y concluyeron que, cuanto más grande y diverso fuera un hábitat mayor facilidad tendrían las especies para sobrevivir. Esta idea que durante décadas solo fue una teoría que denominaban biogeografía de las islas la quiere llevar a la práctica el proyecto Half Earth. Se trataría de lograr que la mitad del planeta (tierra y océanos) fuera preservada para la vida salvaje y de esta manera, según calculan, se lograría salvar de la extinción al 80% de las especies de la Tierra.
Para poder hacerlo creen que es necesario primero investigar cuáles son los mejores lugares para proteger, bien por la importancia y variedad de sus especies, o bien, por la amenaza a la que se ven sometidas. Con estos datos están realizando un mapa para que la ciudadanía y también las clases políticas puedan ver y tomar conciencia de los peligros que acechan a estos ecosistemas y elaborar formas de gobernanza más sostenibles. Si este proyecto se llevara a cabo es indudable el enorme beneficio que aportaría, pero cambiaría radicalmente nuestra manera de vivir y parece que la humanidad no está dispuesta a cambiar demasiado.
En primer lugar, la sobrepoblación de algunas zonas del planeta hace que el pensar en dejarlas salvajes e inexplotadas sea difícil. Quizás provocaría migraciones de personas que deberían ser trasladadas a otros lugares, o pueblos o ciudades que no podrían crecer más para poder ser sostenibles. Es probable que estas medidas produjeran un rechazo social que perjudicaría al proyecto ya que podrían sentirlo como una amenaza en vez de una oportunidad. Además, esta sociedad actual está acostumbrada al crecimiento económico y las teorías de decrecimiento aún no han calado ni en la sociedad ni en los gobernantes. Lo mismo ocurre con el uso de las materias primas y la reducción de la sobre explotación, la economía circular y las recogidas separadas de residuos para su posterior reciclaje, a pesar de lo implantado que parece estar en algunos lugares, no es la tónica general mundial.
Es necesaria una potente labor investigadora y científica y mucha divulgación y educación ambiental para que un proyecto como este pueda llevarse a cabo. El cambio de hábitos es lento y solo se suele producir cuando existe un perjuicio o un beneficio muy claro y muy cercano y, desgraciadamente, parece que el mayor peso se deja a la ciudadanía y las organizaciones no gubernamentales mientras que la clase política aún es reacia a tomar medidas radicales.
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