La esperanza y la calidad de vida de los seres humanos han mejorado mucho en los últimos 300 años. El interés que se despertó por la higiene y la prevención de las enfermedades a partir de la Ilustración tuvo su momento álgido con el descubrimiento de la vacuna de la viruela por E. Jenner en 1796. Gracias al posterior desarrollo de vacunas para prevenir otras enfermedades infecciosas y de antibióticos para curarlas la esperanza de vida aumentó y la mortalidad infantil disminuyó.
Sobre esto que acabo de contar no hay ninguna duda y convivir con ellas nos parece normal y beneficioso a la mayoría, pero pongámonos en la cabeza de mi amigo Pitxu que no lo tiene del todo claro esto de las vacunas. Amante de lo natural, prefiere que su cuerpo luche como una legión romana contra cualquier patógeno que le ronde porque "ha oído" o "le han dicho" que las vacunas no son seguras. Según le cuentan sus colegas, "si te pones vacunas tu sistema inmunológico se atonta y ya no produce por si mismo anticuerpos, y además hay vacunas que te ponen enfermo, te dan una reacción que te deja dos días tirado". También le cuentan los colegas que muchas de las vacunas que se ponen hoy en día no son necesarias porque ya esas enfermedades apenas existen y hay mucha gente ya vacunada contra ellas, y con otras infecciones, aunque te la pongas, te puedes pillar la enfermedad. Por supuesto que en la cuadrilla de Pitxu hay gente super enterada y que ha leído muchas cosas por internet y le han dicho que algunas se hacen con fetos abortados y, lo peor, ¡hay estudios científicos que dicen que producen autismo! -"Porque, a ver, Mar -me dice-¡es muy fuerte que te enchufen un bicho en el cuerpo para que no te pilles la enfermedad que ese mismo bicho produce! ¡Pero eso no tiene ni pies ni cabeza! Yo estoy super sano, ¡que me cuido mucho! Y además -aquí ya me mató. Sin habla. me dejó ¡Ojiplática!- eso que dicen que te meten un microchips de nanotecnología...no sé, no sé... pero puede ser. Lo que está claro es que nos quieren controlar".
La verdad es que el pobre Pitxu no ha llevado buena vida y es normal que esté un poco confuso, criatura. Pero yo que soy mujer de infinita paciencia me he tomado como cruzada personal intentar explicarle (convencerle sería mejor, pero debajo de su melenaza hay una cabeza bastante dura) las ventajas que las vacunas han aportado para la humanidad. ¡Va por ti, Pitxu!
Pitxu, disfrutando de la vida natural.La verdad es que las dudas que me plantea el colega son las que se pueden oír en cualquier tertulia o comida con los cuñados. Pero que sean cuestiones comunes no quiere decir que se conviertan en verdades solo porque muchos lo piensan. Con la pandemia, todos nos hemos convertido en expertos epidemiólogos y hablamos de incidencia acumulada y otros términos científicos con mucha soltura y alegría y esto es un problema si falta rigor científico (algo de esto se puede leer en este otro post que escribí hace unas semanas).
Vamos a empezar por el principio y a explicar en qué consisten las vacunas. Las vacunas se basan en inocular a individuos sanos una pequeñísima cantidad de patógeno o algún componente de este patógeno (antígeno) para lograr que nuestro sistema inmunitario lo reconozca, cree así anticuerpos contra él y prepare su defensa para cuando el patógeno lo ataque, esto se denomina inmunización activa. El que nosotros nos vacunemos no solamente nos protege a nosotros si no que también lo hace de manera indirecta a aquellas personas que no se han podido inmunizar (recién nacidos, personas con inmunodeficiencias...) ya que, si hay muchas personas vacunadas, actúan como cortafuegos y los patógenos dejan de tener población a la que infectar y les es muy complicado circular y mantenerse activos e infecciosos. Esta inmunidad lograda por el elevado número de personas vacunadas (o que ya han pasado la enfermedad) se conoce como inmunidad de rebaño o de grupo. Mi querido Pitxu que no se vacuna quiere protegerse gracias al altruismo de la gente de su alrededor que sí lo hace ¡tendrás que poner algo de tu parte tú también, Pitxu!
Y en cuanto a eso de que pueden producir autismo...¡uf! este es un cuento largo y viejo. Toda esta historia viene porque en 1998 un médico tramposillo y poco riguroso del Reino Unido llamado Andrew Wakefiled publicó en The Lancet un artículo en el que asociaba un componente de la vacuna triple vírica, el tiomersal, con la aparición de casos de autismo. Este artículo desató una gran polémica y más tarde, al intentar reproducir otros científicos los experimentos que aparecían en él, se constató que los datos estaban falsificados, el trabajo no había pasado por un comité de ética y, además, existían importantes conflictos de intereses. Por todo esto, Wakefield fue apartado del ejercicio de la medicina y la revista tuvo que pedir perdón, retirar por supuesto el artículo y revisar los requisitos de publicación para que no volviera a suceder. Pero claro, para saber todo esto has tenido que dudar de que lo que te están diciendo no es cierto y eso, ni Pitxu ni sus colegas suelen hacerlo, por lo que es más fácil quedarse con la primera información, aunque luego se demuestre que es falsa. ¡Cuantas criaturitas se habrán quedado sin vacunar por la ignorancia de sus progenitores!
Las vacunas pueden prevenir el contagio de muchas enfermedades (vacunas esterilizantes) como en el caso de la polio, tétanos, y varicela o pueden ser atenuantes de la enfermedad como en el caso de las actuales vacunas contra la Covid-19 que no evitan el contagio pero si las complicaciones de contagiarse. Gracias al uso de estas vacunas enfermedades con mucha mortandad como la viruela o el sarampión ya no son un peligro para la humanidad. En cambio, hay otras enfermedades muy peligrosas para las cuales no existe vacuna preventiva como son el VIH, la malaria o la tuberculosis.
Y es que, por muy beneficiosas que sean, también tienen una parte no tan buena. Por ejemplo, hay personas a las que no se les puede vacunar por las condiciones de su sistema inmunológico como son los recién nacidos, las personas con inmunodeficiencias. Además, no son igual de efectivas para todo el mundo porque cada organismo reacciona de distinta forma en la creación de anticuerpos. También tienen efectos secundarios que, aunque en la mayor parte de las ocasiones son muy leves, también existen los casos raros más graves. Y luego están los problemas logísticos y económicos. Las hay que necesitan varias dosis y esto supone más coste, o que tienen que guardar una cuidada cadena de frío para mantenerse en buenas condiciones lo que dificulta la vacunación en lugares remotos o con infraestructuras pobres. La mayor parte de ellas son inyectadas, lo que por un lado produce rechazo por miedo en la población y por el otro hace necesario que sea un profesional de la salud o alguien con la suficiente capacitación para poder inocularla (más dinero, más recursos, más dificultad...) ¡con lo fácil que sería que fueran como unas gominolitas!
Ya puedes ver, Pitxu, que del todo no te quito la razón, porque no hay nada perfecto en este mundo, ni siquiera algo tan beneficioso como las vacunas. Eso si, si pones en una balanza estar un par de días algo tirado y con decimillas a pillarte la enfermedad para la que te estás protegiendo, en serio, colega, ¡no hay color! Prevenir es infinitamente más seguro que padecer la enfermedad. Ya te lo decía siempre tu madre, Pitxu: más vale prevenir que lamentar, más vale vacunar que enfermar.
Nistal Villán, E. Así lucha el coronavirus contra las vacunas The conversation
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Huguet Pané, G. La presa de Manises, pionera de la historia del agua en Europa. National Geografic
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