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Vostok


Una inmensidad blanca se extiende allí donde pongo los ojos. Da igual hacia donde mire, el manto de nieve lo ocupa todo y su claridad me quema las pupilas. Casi no puedo moverme cuando bajo de la moto de nieve, me cuesta andar y agacharme. El equipo necesario para no morir de frío en la Antártida no es la ropa más cómoda que he vestido, la verdad, pero sin él no sería posible sobrevivir aquí. Ya hemos llegado al lugar de perforación y el resto del equipo ya lo está preparando todo para volver a extraer nuevos testigos de hielo. Tienen algo hipnótico esos largos cilindros helados cuando los sacamos, un atractivo color blanquecino y azulado brillante que al acercarte más se ve que está compuesto por líneas, por vetas más claras u oscuras, cada una la capa de nieve compactada por año.
Algunos de mis colegas estudian las composiciones minerales de los estratos del hielo fósil, otros las bacterias… yo, en cambio, libero lo que está cautivo. Mi tarea es estudiar lo más volátil, los gases cautivos en las pequeñas burbujas de aire que quedaron congeladas en el hielo fósil. Diminutas burbujas prisioneras que nos dicen cómo era la atmósfera en nuestro planeta hace miles de años. Cada una es un momento congelado en el tiempo, una foto fija de la atmósfera en el preciso instante en el que la nieve caída la atrapó.
Hoy llegaremos a los 3700 metros de profundidad y recogeremos el hielo de hace 420.000 años. Cuatro periodos glaciares en unas frágiles columnas congeladas que nos darán meses de trabajo en los laboratorios. No deja de maravillarme toda la información que podemos sacar de algo tan pequeño, tan efímero y volátil. Es un viaje en el tiempo, desde antes de que existiera nuestra especie hasta ahora. Veo en los registros que el aumento de CO2 y de otros gases efecto invernadero ha sido paulatino y constante durante milenios, los datos más actuales, sin embargo, me asustan porque muestran que la presencia de CO2 se ha disparado por la actividad humana, hemos roto el equilibrio del planeta. Puede parecer difícil pensar en calentamiento global a 40º bajo cero y rodeada de nieve, pero yo lo tengo muy presente y trabajo todos los días para mostrar evidencias y poder remediarlo. Lo que realmente me alarma es que las personas que ya están sufriendo estos cambios en sus vidas aún no actúen para poder pararlo. Ellas, como mis burbujas de aire heladas, también están cautivas, por eso espero que con mi trabajo y el de otras personas dedicadas a la ciencia esa gente pueda darse cuenta del peligro que corre nuestra especie, pueda pasar a la acción y liberarse. 
Levanto la cabeza de los gráficos de gases y miro por la ventana de nuevo buscando respuestas en el horizonte blanco de hielo.



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