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Descubrimientos envenenados


La historia de la química del siglo XX no puede separarse de la de la pareja formada por Fritz Haber y Clara Immerwahr. Ella, la primera mujer que se doctoró en esta disciplina en Alemania en 1900 y él, ganador del premio Nobel de Química en 1918 por su descubrimiento de los fertilizantes químicos. No obstante, la figura de Fritz Haber no es recordada tanto por ser “el hombre que sacaba pan del aire” como lo nombró la prensa de su época sino por haber sido el creador de las primeras armas químicas y del gas que se utilizó para el exterminio de los judíos en los campos de concentración nazis. Mientras, el recuerdo que nos queda de Clara, que se suicidó tras la batalla de Ypres, la primera en la que su marido dirigió un ataque con gas provocando la muerte masiva de los enemigos, es muy distinto ya que ha pasado a ser considerada un ejemplo de integridad y de la lucha contra el mal uso de la ciencia.

La triste historia de esta pareja ya la relatamos en este post anterior. Ahora vamos a recrear una carta imaginaria, la contestación de Fritz a la nota (también imaginaria) que Clara le escribió antes de suicidarse en mayo de 1915 y que, dicen, se halló entre las ropas de Haber cuando fue encontrado muerto por un fallo cardíaco en su hotel.

                                                                                                      Basilea, 10 de enero de 1934

Mi añorada Clara,

Hace casi 20 años que tomaste mi pistola y te disparaste en nuestro jardín tras la fiesta de mi nombramiento de capitán. Al principio no pude entender que te llevó a hacerlo, pero creo que, a estas alturas, comprendo algo mejor qué era lo que tú ya veías y anticipabas y yo no podía siquiera intuir. Llevo casi un año huyendo. En Alemania, mi origen judío ha pesado más que todos mis logros y lo que he dado por mi patria. Tuve que pedir asilo en Inglaterra, pero a mi llegada a Cambridge los colegas de la universidad me trataron como a un apestado. Ahora voy rumbo a Palestina, donde mi origen judío no es ninguna tacha como lo es ahora en Alemania y mis saberes son requeridos. Pero noto que mi final no tardará en llegar…mi corazón cada vez está más débil.

Echando la vista atrás, confieso que me arrepiento de algunas de las decisiones que tomé y que el sentimiento de culpa cada vez está más presente. Y si todo hubiera sido diferente? Pero esta culpa que siento no es la misma que sentías tú ni es por el mismo motivo. Tú lo hiciste porque no entendiste la enorme ventaja que el gas tóxico daba a Alemania en la guerra y los beneficios que eso nos traería como país. Nunca llegaste a entender que, gracias a mis descubrimientos, el número de bajas en las próximas guerras será menor por el pánico que producirán en el enemigo los gases que he desarrollado. He estado años estudiando cómo actúan estos venenos y he visto que el efecto es el mismo si hay una alta exposición en un corto periodo de tiempo o una exposición de menor concentración en un periodo más largo. He conseguido hacer una regla matemática para poder saber cuánto tiempo y cuánta concentración de gas venenoso es necesaria para conseguir el objetivo de forma más efectiva. Clara, el gas mata indiscriminadamente, pero yo he logrado domesticarlo para que sólo dañe dónde queremos, a nuestros enemigos.

Siempre te repetí que en tiempos de paz un científico y su trabajo pertenecen al mundo pero que en tiempos de guerra pertenecen a su patria. Soy prusiano, como tú, y que el Kaiser Guillermo me nombrara capitán tras la batalla de Ypres para mí fue un honor incluso más grande que el premio Nobel por conseguir descubrir cómo ganar otra guerra, la del hambre, con los fertilizantes. De hecho, he de confesarte que es este descubrimiento, del que tú te sentías orgullosa y del que no querías que me alejara, el que me causa la culpa que me atormenta. Y si te hubiera hecho caso? Y si hubiera seguido solo por ese camino sin dejarme nublar por la codicia de éxito y del reconocimiento?

El proceso que desarrollé con Bosch ha permitido que la población se alimente gracias a que ahora hay más nutrientes en los suelos y estos son mucho más fértiles. Pero este logro, el captar el nitrógeno del aire para fijarlo en la tierra y que vuelva a ser productiva, tiene un lado muy oscuro. Sin pretenderlo, he alterado el ciclo de la naturaleza de manera radical. La disminución de las hambrunas ha hecho que crezca la población, pero si, por cualquier motivo, la población disminuyera, esta fertilidad extra de los campos podría hacer que las plantas proliferaran de forma desmedida, cubriendo de terrible verdor todo el planeta e influyendo de manera muy negativa en nuestra existencia humana. Y si esto llevara a nustro fin como especie? 

Tú tuviste una visión de futuro en la que veías que mis trabajos tenían sus zonas oscuras y sus peligros. Lo entendías bien porque eras una química brillante y comprendías sus procesos y, además, reflexionabas sobre sus posibles usos y consecuencias. Yo estaba ebrio de soberbia por el reconocimiento que se daba a mi trabajo y porque quería ser el mejor patriota. Clara, tú temías a los gases, pero ese no era el verdadero peligro, no me arrepiento de ello. Gracias a estas armas las guerras futuras serán más rápidas y cortas. El verdadero peligro es el desequilibrio del orden natural original, no sabemos qué males puede llegar a traer y los que traiga, serán sólo responsabilidad mía.

Mi querida Clara, viste nítidamente veinte años antes que yo que la ciencia tiene el poder de sanar y el poder de matar. Lamento no haber sabido mirar más allá de tus reproches, quizás hubiera visto estas consecuencias. Mis descubrimientos no son malos, solo es nocivo el uso que se les pueda dar. Ahora ya es demasiado tarde para que pueda rectificar, solo espero que las futuras generaciones sean cautas con mi legado y solamente lo utilicen para el progreso y el bienestar tanto suyo como de sus descendientes.
Quizás si te hubiera escuchado no sentiría este dolor negro y pesado en mi alma, por el daño que a ti y a nuestro hijo os produje y por las muertes de tantos desdichados gaseados. Ya es tarde para rectificar y más aún para pedir perdón. Lo único honesto que puedo hacer es asumir el terror que he traido al mundo. Ni toda la bondad del mundo sería capaz de encontrar perdón para una ruidad como la mía. 

Este relato participa en la iniciativa de #polidivulgadores de @hypatiacafe sobre el tema #PVYsi

Fuentes

Bazo, Eduardo Clara Immerwahr: durmiendo con su enemigo 2017 Hidden nature

Hernandez, Hortensia Clara Immerwarh primera doctora en química en una universidad alemana Heroínas 

Rodriguez, Hector Fritz Haber, el cientifico padre de la guerra química  31/1/ 2023 National Geographic

Labatut, Benjamín Un verdor terrible 2020 Editorial Anagrama

Clara Immerwahr: la química que plantó cara a Fritz Haber 28/2/2019 Mujeres con ciencia

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