Biológicamente, los cerebros de los hombres y de las mujeres no se diferencian. Es la diversidad biológica entre individuos, el comportamiento y el entorno quienes moldean nuestra plasticidad neuronal, nuestra capacidad de cambio y aprendizaje. A pesar de que hombres y mujeres partimos de esta igualdad cerebral, hay estudios que dicen que, en la adolescencia, los chicos se auto perciben como más inteligentes de lo que sus puntuaciones reales indican, mientras que las chicas se creen por debajo de sus posibilidades mentales. Estas creencias empiezan a forjarse muy pronto en la infancia y alrededor de los 3 a 5 años ya sabemos que hay cosas que son de niñas y cosas que son de niños y todo aquello que implica un desafío a la inteligencia es percibido como masculino, por lo que las niñas lo dejan de lado. Además, según un estudio de la Universidad de Yale, está científicamente demostrado que percibimos de manera sistemática como mejores a los hombres que a las mujeres y esto ocurre independientemente del sexo de quien percibe. No nos resulta extraño que esto ocurra si estamos programados desde pequeños para verlo así.
Pensemos un momento en uno de los ejemplos que aparecen en esta charla. Jennifer y su jefe, a las ocho menos cuarto de la mañana en una reunión de más de veinte científicos. Uno se acerca y, dirigiéndose a su jefe, le dice: “Cada vez te las buscas más jóvenes y guapas”. Es probable que tildemos el comentario de tontería, de nimiedad, incluso que pensemos que es un halago…como hemos visto antes, estamos programadas para ello desde bien pequeñitas y la persona que lo dice también. Cada uno adopta un rol no equilibrado, pero asumido por gran parte de la sociedad. Esa persona no ha pensado en la valía intelectual o profesional de Jennifer, solo en su edad y en su físico. Si este episodio hubiese ocurrido hace un par de décadas, la mujer, probablemente, no lo hubiera tomado en cuenta como algo negativo, incluso quizás hasta se hubiera sentido halagada, cuando, realmente, se está manifestando una situación sexista. Afortunadamente, hoy en día ese tipo de comentarios no se toleran en la mayor parte de las situaciones y se afean las conductas semejantes. ¡Poco a poco vamos mejorando!
Este tipo de situaciones afectan en todos los ámbitos, también en la ciencia, o quizás más en la ciencia puesto que es un campo en el que la mujer ha entrado tarde y aún no ha alcanzado demasiados puestos de poder. Si a esto le unimos que, dentro de los estudios de la biomedicina, no se han tenido en cuenta el dimorfismo, tanto sexual como también racial, para la mayor parte de los estudios de fármacos y enfermedades, vemos que el terreno científico es un área en la que es necesario trabajar. Hay que crear una ciencia más inclusiva, una ciencia de las personas, de la humanidad en la que las mujeres estén presentes en igualdad. Para ello es necesario cambiar las formas de trabajar y de investigar incorporando el enfoque de género de manera transversal en todos los procesos y trabajos. Pero, además, también nosotras necesitamos “hacer click” y ser conscientes de todas aquellas situaciones en las que estamos en desigualdad y denunciarlas. Da igual que sea un simple comentario o una discriminación flagrante en la elección de un candidato para un puesto. Nuestros cerebros son plásticos y todas y todos podemos aprender y cambiar nuestro comportamiento.
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