Ir al contenido principal

El instrumento de navegación que se merece una bandera

 
La curiosidad es innata al ser humano. A lo largo del tiempo que nuestra especie lleva sobre la Tierra el deseo de exploración y de saber cómo funciona el mundo siempre ha estado ahí y para satisfacerlo el ser humano se ha servido del ingenio, la observación y la imaginación construyendo aparatos que nos ayudan ir más allá del mundo que tenemos cerca. Dos de estos aparatos son el telescopio y el astrolabio. Si preguntamos a una persona no versada en ciencia y tecnología qué es un telescopio, es casi seguro que nos podrá dar una explicación somera de que se trata, pero si le preguntamos qué es un astrolabio, ahí habrá más dificultades. Es probable que ni siquiera haya oído hablar de este instrumento que, sin embargo, fue definitivo para moverse por el mundo durante mil años. Es una muestra de cómo, herramientas esenciales durante una época son sustituidas por otras o caen en el olvido. Y es que, cuando hacemos historia, la contamos desde la posición que ocupamos en el mundo, nuestros orígenes y conocimientos y la cultura a la que pertenecemos tiene mucho que ver con qué estudiamos y cómo lo hacemos. En nuestros días la cultura tiene un claro sesgo anglosajón y eurocentrista. Es habitual conocer más sobre Halloween, por ejemplo, que sobre una festividad tradicional a doscientos kilómetros de nuestra casa, ¡es lo que tiene la globalización! nos hacemos cada vez más parecidos entre nosotros, da igual de donde seamos. La adopción de una cultura global que parte desde unos preceptos y una forma de entender el mundo hace que ciertos conceptos, hechos o asuntos sean tomados como más importantes que otros. Desde este punto de vista eurocéntrico hay hechos que, por muy importantes y decisivos que fueran durante un largo periodo, han sido solapados por otros a los que se les ha dado mayor importancia. Esto es lo que ocurre con la historia y la ciencia de fuera de Europa y Norteamérica, que es poco conocida y valorada porque no la sentimos como “nuestra”.
Nadie duda hoy en día de lo determinante que fue para el desarrollo de la ciencia moderna la adopción del telescopio por Galileo. Gracias a este instrumento conocemos más sobre el universo y, por extensión, del mundo en el que vivimos. A pesar de que no fue él quien lo inventó, si que fue con quien ganó popularidad siendo una de las herramientas más decisivas para la ciencia de estos últimos 400 años. En este tiempo lo hemos sofisticado hasta límites impensables y nos sirve para conocer los confines de nuestra galaxia, las leyes que rigen los planetas, los materiales de los que están hechas las estrellas… acerca lo lejano del cosmos hasta nosotros y nos facilita conocerlo. A pesar de la importancia de este instrumento, mayor repercusión en la vida diaria de las personas comunes ha tenido el microscopio, desarrollado en Holanda simultáneamente al telescopio a partir de la lupa que los tratantes de telas usaban para poder ver la calidad del tejido. Con él, el desarrollo de la microbiología y de los estudios médicos dio un salto de gigante del cual todas las generaciones posteriores nos seguimos beneficiando. Tanto telescopios como microscopios, pasaron de Europa a América y de allí al resto del mundo y son considerados en la actualidad dos objetos imprescindibles para la ciencia y la investigación.

El comercio y los viajes fueron determinantes para el desarrollo de estos artilugios. El telescopio proviene de un catalejo sofisticado usado para otear el horizonte en busca de costas a las que arribar, el microscopio hemos visto que deriva de un instrumento que medía la calidad de los bienes con los que se comerciaba. El astrolabio, el otro objeto del que vamos a hablar, también estuvo ligado a los viajes marítimos y a la vida diaria durante muchos siglos. Se trata de un instrumento que ayuda en la navegación de altura ya que se sirve de las matemáticas y la astronomía para poder determinar tanto la hora como la localización de un punto preciso. A pesar de que tenemos bastante claro dónde, cuándo y quién inventó el telescopio no ocurre lo mismo con el astrolabio. Este instrumento de cálculo y localización parece que ya estaba en uso en la Grecia helenística y es probable que Alejandro Magno utilizara algo muy similar para poder expandir su imperio hasta Persia y la India. En el siglo II d.C. Ptolomeo habla de este instrumento y de cómo construirlo. No se sabe a ciencia cierta cuando se perdió la costumbre de su uso habitual en Europa, pero es probable que fuera tras la caída del Imperio romano, cuando ya no existía una flota dependiente de un poder fuerte y el comercio marítimo de largas distancias se vio debilitado. En Asia en cambio, siguió siendo utilizado comúnmente por parte de los musulmanes, sobre todo para poder establecer con precisión las horas de rezo y la orientación a la meca.

La primera descripción posterior a Ptolomeo que trata de la construcción y el uso de un astrolabio se fecha en Bizancio en el siglo VI y fue escrita por Johannes Philoponnus. Maslama de Madrid, afamado astrónomo y matemático con escuela en Córdoba, tradujo hacia el año 1000 el Planisferio de Ptolomeo, que contiene la base de cómo construir astrolabios y así sabios posteriores fueron perfeccionando la herramienta. Existe un astrolabio proveniente de Ispahan anterior al año mil que es el más antiguo que se conserva lo que prueba su uso extendido por Oriente en esos siglos. En la Europa de la baja Edad Media los contactos con el mundo científico árabe y su revisionismo de los saberes griegos reintroducen de nuevo el uso del astrolabio. Se utiliza en los monasterios para determinar las horas de rezo y también en los viajes. En las cortes reales se tenían por objetos sofisticados y lujosos, de hecho, estos instrumentos estaban incluso firmados por sus autores que gozaban de prestigio y fama.

No es posible imaginar el viaje de Colón a América o las expediciones exploratorias portuguesas por las costas africanas del siglo XV sin astrolabios. Con las medidas obtenidas con el astrolabio y ayudado por las agujas de marear (primitivas brújulas) Juan de la Cosa dibujó las primeras cartas geográficas de las tierras recién descubiertas. Gracias a la precisión de los instrumentos de navegación estos dos países construyeron dos imperios marítimos y trasladaron productos, saberes, creencias y riquezas de todo tipo de un continente a otro cambiando para siempre la historia y la vida de los ciudadanos de todas las tierras que dominaban. El astrolabio continuó usándose en Europa hasta el siglo XVIII, cuando fue sustituido por el sextante, ideado por Pierre Bouguer en 1729, un instrumento que es un perfeccionamiento del astrolabio y que incorpora unas lentes que permitían evitar los errores de cálculo de latitud que se producían con los astrolabios marítimos. En la cultura islámica, en cambio, el uso del astrolabio se extendió hasta el siglo XIX.

A pesar de que el telescopio sea más conocido en la actualidad la importancia del astrolabio es indiscutible. El hecho de que sea un aparato desconocido por el gran público parece deberse solo a que se ha focalizado el estudio de la historia de la ciencia y la tecnología en un espacio y un tiempo determinados. Realizando un ejercicio de simplificación extrema, muchas veces pensamos que la ciencia comienza en Europa en el siglo XVII con Galileo. En un alarde de creación de una base común de cultura científica en Europa tenemos a un padre fundador de nuestra ciencia que realiza un descubrimiento extraordinario en un territorio que es el nuestro. Además, el telescopio aún hoy en día se usa y es símbolo de saber, investigación y prestigio, incluso económico, porque ¿quién puede enviar un telescopio al espacio? Este sesgo eurocentrista nos priva de conocer lo que ocurre más allá de nuestro territorio y de valorar objetos que han sido tanto o más importantes pero que no los consideramos culturalmente cercanos. Reivindiquemos el astrolabio como uno de esos objetos científicos cuyo uso repercutió en la sociedad de su tiempo y aún en la actual de forma determinante. Sin el astrolabio no tendríamos chocolate, ni patatas, ni tomates, pero tampoco medicinas extraídas de las selvas amazónicas ni conoceríamos las culturas maya o azteca o habríamos podido circunnavegar la Tierra. De hecho, tan importante consideraban los monarcas portugueses al astrolabio que Manuel I (1495-1521) introdujo en su bandera personal una esfera armilar, que no es otra cosa que un tipo de astrolabio en tres dimensiones, y la representación de este instrumento hoy en día aún forma parte de la bandera de este país. 


 
Créditos foto
Monjes con astrolabio, Salterio de Blanca de Castilla, reina de Francia,  sXIII, Biblioteca Nacional Francesa, Ms. Arsenal Lat. 1186,  f.1v

Bandera de Portugal Wikipedia

Fuentes



Sagan, Carl Cosmos 1991 Ed. Planeta 

Gombrich, Ernst H. Breve historia del mundo 1999 Editorial Península 

Elliott, J.H. La España imperial 1965 Ed. Vicens-Vives

Gran Historia Universal Ed. Nájera Vol. XV y XXVII








Comentarios

Lo más leído

Annette Laming-Emperaire, gran innovadora en los estudios sobre el significado del arte paleolítico

  Annette Laming-Emperaire fue una arqueóloga francesa de origen ruso que realizó investigaciones innovadoras y trascendentales para estudiar el significado del arte paleolítico. También dedicó gran parte de su vida a la prospección arqueológica de Sudamérica descubriendo en 1975 el fósil humano más antiguo del continente. Nació en Petrogrado, actual San Petersburgo, en octubre de 1917, en pleno estallido de la revolución rusa. Su familia huyó de allí hacia Francia donde se establecieron en París. Annette empezó a estudiar filosofía y biología en la universidad hasta que la Segunda Guerra Mundial le impidió continuar sus estudios. Durante la contienda, se dedicó a la enseñanza y entró en la Resistencia para luchar contra los nazis. Se fue a Alemania para colaborar en la ayuda a los prisioneros en los campos de concentración y allí estaba cuando terminó la guerra. Cuando volvió a París se matriculó de nuevo en la Sorbona, pero esta vez para estudiar arqueología. En 1946 entra a formar p

Neri Oxman: Ecología de materiales para construir el futuro (Retrato alfabético)

  A rquitectura Neri Oxman es una arquitecta , diseñadora, científica y profesora del MIT Media Lab donde dirige un grupo multidisciplinar de investigadores. Sus proyectos de investigación abordan temas relacionados con la construcción y el diseño ambiental. Junto con su equipo realiza proyectos combinando la ingeniería de materiales, la biología, el diseño y la computación, entre otras disciplinas. Ella define su trabajo como Material ecology (ecología de materiales) porque investiga sobre nuevos materiales basándose en la naturaleza y siendo respetuosa con ella, pero desde una perspectiva muy innovadora. Se inspira en los ecosistemas naturales para crear biomateriales que puedan producirse a escala industrial pero que no dejen residuos si no que se biodegraden. Se basa en que, en los ecosistemas, la materia de cada organismo que lo compone alimenta el ciclo de vida de otro, no hay desperdicio porque todo tiene un valor y una función. Esta noción de ciclo natural donde todo sirve

“Se ha perdido mucho tiempo en no relacionar los problemas medioambientales con la salud de las personas” Entrevista a Cristina Linares y Julio Díaz @Ensgismau

El cambio climático es uno de los problemas más complejos a los que se ha enfrentado la humanidad. Comunicarlo y lograr que la ciudadanía sea consciente de su magnitud y de cómo nos afecta es una labor dificil. Cristina Linares y Julio Díaz son investigadores de la Unidad de referencia en cambio climático, salud y medio ambiente dentro del Instituto Carlos III. Investigan sobre cómo la emergencia climática nos afecta directamente a nuestra salud y lo cuentan desde 2015 a través de su cuenta de Twitter @ensgismau y por medio de publicaciones divulgando sus investigaciones y charlas en distintos foros. Hablamos con ellos sobre salud, emergencia climática, educación ambiental y divulgación científica. Dentro de la Unidad de referencia en cambio climático, salud y medio ambiente del Instituto Carlos III donde trabajáis investigáis temas relacionados con la salud y el cambio climático. Son temas complejos de explicar a la ciudadanía, a personas no cercanas a la ciencia ¿Qué herramientas

El buen uso de la ciencia. Fritz Haber y Clara Immerwahr

La historia de la familia Haber es una historia que habla del bien, del mal y de la química. No de la química entre el bien y el mal, ni de la que hubo entre los dos personajes principales, que también podría ser, si no de la química como ciencia capaz tanto de salvar como de acabar con las vidas de millones de personas. Clara Immerwahr y Fritz Haber nacieron con dos años de diferencia (1870 y 1868) en Prusia. Ella era la hija pequeña de una familia de granjeros y él pertenecía a una antigua y conocida familia de comerciantes judios de Breslau (actual Worclaw, en Polonia) a pocos kilómetros de donde la familia de Clara tenía sus tierras. Ambos tenían inquietudes científicas, en concreto les apasionaba la química. En el caso de Fritz, esto no supuso ningún problema para su pudiente familia que lo envió a Berlín a la universidad, ya que pensaban que cursando estos estudios podía ayudar en el negocio familiar que era el comercio de tintes. Clara, en cambio, lo tuvo más complicado, ya que,

Los monólogos de divulgación científica y la historia de la ciencia. El ejemplo de Naukas Bilbao 2022

Cuando se hace historia de la ciencia (o de las ciencias, que de eso ya hablamos antes ) siempre aparecen más preguntas que respuestas. Hablar de cómo ayuda a entender el ejercicio de la historia al desarrollo de las distintas ciencias puede ser tan complejo como las propias disciplinas objeto de su estudio. Esto se debe, sobre todo, a que cuando hacemos historia de algo estamos construyendo a la vez el propio objeto de nuestro estudio. Toda persona tiene su propio contexto: su familia, su lugar de origen, cultura, educación, creencias religiosas o ausencia de ellas, idioma en el que se comunica…y a partir de estas bases se relaciona con el mundo. Cuando alguien hace historia, mira al pasado desde su propio contexto y desde la época que le toca vivir y relata los hechos bajo el sesgo de su cultura, sus necesidades, y desde sus propios objetivos. Seleccionamos el pasado que queremos en función de nuestro presente, usamos las fuentes de manera presentista, siendo conscientes o no de el