El comercio y los viajes fueron determinantes para el desarrollo de estos artilugios. El telescopio proviene de un catalejo sofisticado usado para otear el horizonte en busca de costas a las que arribar, el microscopio hemos visto que deriva de un instrumento que medía la calidad de los bienes con los que se comerciaba. El astrolabio, el otro objeto del que vamos a hablar, también estuvo ligado a los viajes marítimos y a la vida diaria durante muchos siglos. Se trata de un instrumento que ayuda en la navegación de altura ya que se sirve de las matemáticas y la astronomía para poder determinar tanto la hora como la localización de un punto preciso. A pesar de que tenemos bastante claro dónde, cuándo y quién inventó el telescopio no ocurre lo mismo con el astrolabio. Este instrumento de cálculo y localización parece que ya estaba en uso en la Grecia helenística y es probable que Alejandro Magno utilizara algo muy similar para poder expandir su imperio hasta Persia y la India. En el siglo II d.C. Ptolomeo habla de este instrumento y de cómo construirlo. No se sabe a ciencia cierta cuándo se perdió la costumbre de su uso en Europa, pero es probable que fuera tras la caída del Imperio romano, cuando ya no existía una flota dependiente de un poder fuerte y el comercio marítimo de largas distancias se vio debilitado. En Asia en cambio, siguió siendo utilizado comúnmente por parte de los musulmanes, sobre todo para poder establecer con precisión las horas de rezo y la orientación a la meca.
La primera descripción posterior a Ptolomeo que trata de la construcción y el uso de un astrolabio se fecha en Bizancio en el siglo VI y fue escrita por Johannes Philoponnus. Maslama de Madrid, afamado astrónomo y matemático con escuela en Córdoba, tradujo hacia el año 1000 el Planisferio de Ptolomeo, que contiene la base de cómo construir astrolabios y así sabios posteriores fueron perfeccionando la herramienta. Existe un astrolabio proveniente de Ispahan anterior al año mil que es el más antiguo que se conserva lo que prueba su uso extendido por Oriente en esos siglos. En la Europa de la baja Edad Media los contactos con el mundo científico árabe y su revisionismo de los saberes griegos reintroducen de nuevo el uso del astrolabio. Se utiliza en los monasterios para determinar las horas de rezo y también en los viajes. En las cortes reales se tenían por objetos sofisticados y lujosos, de hecho, estos instrumentos estaban incluso firmados por sus autores que gozaban de prestigio y fama.
No es posible imaginar el viaje de Colón a América o las expediciones exploratorias portuguesas por las costas africanas del siglo XV sin astrolabios. Con las medidas obtenidas con el astrolabio y ayudado por las agujas de marear (primitivas brújulas) Juan de la Cosa dibujó las primeras cartas geográficas de las tierras recién descubiertas. Gracias a la precisión de los instrumentos de navegación estos dos países construyeron dos imperios marítimos y trasladaron productos, saberes, creencias y riquezas de todo tipo de un continente a otro cambiando para siempre la historia y la vida de los ciudadanos de todas las tierras que dominaban. El astrolabio continuó usándose en Europa hasta el siglo XVIII, cuando fue sustituido por el sextante, ideado por Pierre Bouguer en 1729, un instrumento que es un perfeccionamiento del astrolabio y que incorpora unas lentes que permitían evitar los errores de cálculo de latitud que se producían con los astrolabios marítimos. En la cultura islámica, en cambio, el uso del astrolabio se extendió hasta el siglo XIX.
A pesar de que el telescopio sea más conocido en la actualidad la importancia del astrolabio es indiscutible. El hecho de que sea un aparato desconocido por el gran público parece deberse solo a que se ha focalizado el estudio de la historia de la ciencia y la tecnología en un espacio y un tiempo determinados. Realizando un ejercicio de simplificación extrema, muchas veces pensamos que la ciencia comienza en Europa en el siglo XVII con Galileo. En un alarde de creación de una base común de cultura científica en Europa tenemos a un padre fundador de nuestra ciencia que realiza un descubrimiento extraordinario en un territorio que es el nuestro. Además, el telescopio aún hoy en día se usa y es símbolo de saber, investigación y prestigio, incluso económico, porque ¿quién puede enviar un telescopio al espacio? Este sesgo eurocentrista nos priva de conocer lo que ocurre más allá de nuestro territorio y de valorar objetos que han sido tanto o más importantes pero que no los consideramos culturalmente cercanos. Reivindiquemos el astrolabio como uno de esos objetos científicos cuyo uso repercutió en la sociedad de su tiempo y aún en la actual de forma determinante. Sin el astrolabio no tendríamos chocolate, ni patatas, ni tomates, pero tampoco medicinas extraídas de las selvas amazónicas ni conoceríamos las culturas maya o azteca o habríamos podido circunnavegar la Tierra. De hecho, tan importante consideraban los monarcas portugueses del siglo XVI al astrolabio que Manuel I (1495-1521) introdujo en su bandera personal una esfera armilar, que no es otra cosa que un tipo de astrolabio en tres dimensiones, y la representación de este instrumento hoy en día aún forma parte de la bandera de Portugal.
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