A lo largo de la historia se han repetido numerosas teorías de la conspiración que hacían creer a la población que fuerzas poderosas actuaban a sus espaldas de manera silenciosa manipulando y creando situaciones que les llevarían a lograr el control o destrucción total del mundo. En estas conspiraciones la trama secreta está liderada por un grupo de conspiradores que ataca a otro grupo de personas, al que utilizan de chivo expiatorio, culpándoles de una serie de sucesos accidentales y de coincidencias que los conspiradores dotan de sentido, unidad y coherencia para mostrarlos como planificados. Estas teorías no han aparecido en nuestros días sino que algunas de ellas se repiten, con características diferentes, según las épocas históricas. La característica de estas teorías en la era de la información es la rapidez con la que se propagan y cómo explican fácilmente el mundo en una división entre el bien y el mal.
Por su extensión a muchos terrenos y su complejidad las teorías milenaristas son especialmente interesantes. Resumiéndolo en una sola frase, se trata de intentar explicar lógicamente una serie de fenómenos que coinciden con una fecha en concreto, el cambio de milenio, para acabar deduciendo que el fin del mundo se acerca.
En los últimos años del siglo X la sociedad europea medieval vivió una época convulsa que ha sido denominada el terror del año 1000. Las interpretaciones de los textos sagrados de forma apocalíptica hizo pensar a algunos que con el cambio de milenio nacería el anticristo. Algunos fenómenos naturales como la presencia de cometas o eclipses o las reiteradas malas cosechas fueron entendidos como señales de ese apocalipsis próximo. Lo mismo ocurrió con enfermedades infecciosas que se propagaban rápidamente por todo el continente debido a las continuas guerras. La iglesia, que dominaba la sociedad incluso por encima de los reyes en esa época, atribuyó todos estos fenómenos a los pecados cometidos por el pueblo por lo que puso su empeño en que estos pecados se purgasen para evitar la venida del diablo a la Tierra. Así surgieron los movimientos de flagelantes que recorrían Europa purgando sus pecados para aplacar la ira divina y salvar a la humanidad e infundían el pavor a una muerte próxima y terrible allá por donde pasaban.
Mil años más tarde vivimos un fenómeno parecido, aunque sin flagelantes y con menor carga religiosa pero más tecnológica. Cuando se iba acercando el año 2000 empezaron a aparecer artículos en los que se mencionaban clásicas teorías conspiranoicas basadas en los textos de Nostradamus y otros profetas y místicos oscurantistas del pasado que relacionaban el cambio al nuevo milenio con el fin del mundo. De nuevo, igual que mil años antes, fenómenos astronómicos como la alineación de los cinco planetas con la Tierra, la Luna y el Sol que ocurriría en mayo del 2000 era una señal de que el apocalipsis se acercaba.
Como en el siglo X, en el XX también tuvimos nuestra ración de sectas. En los dos últimos decenios aparecieron una serie de sectas milenaristas que acabaron en terribles suicidios colectivos y ataques por varios continentes como los suicidios de los davidianos en la llamada matanza de Waco o la secta de la Puerta del cielo en EEUU o el del Templo del sol en Europa y también los ataques con gas sarín en el metro de Tokio realizados por los miembros de Verdad Suprema.
Pero a pesar de algunas semejanzas, la sociedad del siglo XXI poco se parecía a la del siglo XI y lo que más preocupó a muchos, incluso a los que no eran dados a hacer caso de este tipo de teorías, fue un fenómeno llamado efecto 2000. En un mundo absolutamente informatizado, pocos años antes del fin de siglo se dieron cuenta de que la mayor parte de los sistemas informáticos tenía un fallo de programación que podía ser peligroso con el cambio de milenio. Para poder ahorrar espacio y memoria en los sistemas, los programadores habían utilizado un sistema que usaba solo dos dígitos para contabilizar los años por lo que se esperaba que cuando llegase al año 2000, al aparecer éste como solo dos ceros, los sistemas se reiniciaran y se produciría un fallo en cascada que podría paralizar la sociedad occidental. Este era un fallo que se venía arrastrando desde los años 60 pero al que no habían tomado en cuenta ni puesto remedio hasta entonces. Los problemas que podía traer este "blanco informático" podían ser muy importantes en centrales nucleares, aviones, bancos...A pesar de que años antes de la fecha prevista se invirtió gran cantidad de dinero y de ingenio en optimizar y solventar este problema hubo personas que hicieron acopio de víveres y medicinas y construyeron búnkeres para poder sobrevivir a la catástrof y unos pocos sistemas tuvieron fallos.
Como es evidente, el fin del mundo no llegó en el año 2000, ni siquiera en el 2012 como predijeron algunos según los calendarios mayas. Pero las conspiraciones no han llegado a su fin tal y cómo hemos podido comprobar con la pandemia y seguimos sufriendo con temas de alcance como el cambio climático. Ante este tipo de construcciones anticientíficas y antilógicas lo mejor que podemos hacer es cultivar un paciente escepticismo y contrastar la información que nos llega buscando siempre el rigor, la ciencia y la coherencia.
Año 2000 fin del mundo por el cambio de milenio RTVE
El terror milenario o el fin del mundo del año 999 Historia general
Ortega Cervigón, J.I. El mito milenarista en la Europa Medieval.UNED
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