La arqueología tiene un secreto incómodo: su epistemología funciona como una pequeña catástrofe controlada. Para saber más, hay que destruir un poco. Suena dramático, pero es así: un yacimiento nunca vuelve a ser el mismo tras una excavación. Para llegar a las partes más antiguas, hay que retirar con mimo las capas superiores, como quien deshoja un hojaldre… pero sin el impulso glotón de llevárselo de un mordisco. Porque si arrancas una capa de golpe, adiós información: ese estrato jamás podrá volver a estudiarse. Las primeras excavaciones prehistóricas, a finales del siglo XIX, estaban llenas de entusiasmo y de herramientas poco sutiles. Personas ansiosas por encontrar grandes fósiles removían la tierra con más ilusión que método. Como ocurre en toda ciencia joven, tuvieron que pasar décadas para refinar la técnica. Con la ayuda de otras disciplinas, la arqueología aprendió a extraer cada vez más datos y mejores. ¿La consecuencia? Que las campañas se hicieron más lentas. Y mucho. Hoy,...
No tengo muy claro si Omm Seti tiene una historia de película… o si, más bien, era una peliculera. Y es que en la historia de Dorothy Eady o de Omm Seti, una nunca sabe si está leyendo un guion de Hollywood, una tesis de egiptología o el diario íntimo de una reencarnada calenturienta. Su vida podría ser, perfectamente, una peli de aventuras al estilo Indiana Jones , con arena en el pelo, momias que no lo son tanto y una heroína que, en lugar de huir del templo, se queda en él a vivir como si fuese su cortijo. O también podría ser un drama histórico, digno de El paciente inglés , en el que una mujer recuerda amores imposibles a través de vidas sucesivas, bajo el ardiente sol del desierto. Aunque claro, con Dorothy el público no sabría si lo que ve es locura, memoria y arqueología, magia y misterio…su vida puede dar para un thriller psicológico también del estilo de El sexto sentido . Incluso, si le ponemos un poco de ironía británica y con el humor que dicen tenía la señora, daría para ...